Los Celtas y su nombre.

Los antiguos celtas fueron una serie de grupos tribales que habitaron la región de Europa Occidental y Central a finales de la Edad del Bronce y la Edad del Hierro sin formar un estado unificado pero que compartieron un idioma común, con similitudes en la religión, la guerra, el arte y la cultura. «Celta», o pueblos celtas, es el término generalizado y amplio utilizado por los historiadores para referirse al conjunto de tribus y clanes indoeuropeos de la Edad del Hierro (1.200 a.C. – 400 a.C.) que compartieron una cultura específica en común (metalurgia, arte de la guerra, religión, sociedades, etc.), cuyas lenguas eran del tipo céltico y que habitaron parte de la Europa central, occidental y oriental (Mar Negro).

El término “Celta” para muchos historiadores, es demasiado ambiguo o genérico; ya que los celtas, desde un punto de vista generalizado, fueron realmente un conjunto de pueblos con lenguas y patrones culturales con evidentes similitudes pero a su vez con una diversidad de características físicas, de comportamientos y costumbres muy heterogéneas, que no guardaron una unidad central específica entre sí en Europa durante finales del Segundo Milenio a.C. y el Primer Milenio a.C.

La palabra «celta» proviene, de la palabra griega Keltoi, término otorgado por los griegos a los grupos étnicos que habitaron las regiones más allá de los Alpes. A esta región o “país” de los celtas los griegos le denominaron: Keltiké. En cambio a los celtas del este de Europa los griegos les llamaron: Galatoi. Los romanos en su etapa de expansión les llamaron: Celtae o Galli (gálos) a los que habitaban la actual Francia, mientras que a los de las Islas Británicas los llamaron: Britanni (britanos); a los de la región de más allá del norte de Francia: Belgue (el actual país de Bélgica). Es hacia el siglo XVIII d.C. cuando el término «celta» se utilizó para definir a todos los antiguos habitantes de Gran Bretaña, Irlanda y el continente Europeo que hablaban una lengua celta con una cultura heterogénea en tiempos pre-romanos.

Los Indoeuropeos y el origen de los Celtas.

Las poblaciones indoeuropeas fueron un grupo de pueblos que oficialmente se originaron en la región de las estepas pónticas, entre el mar Negro y el mar Caspio, y que a partir del período entre el año 4200 a.C. y el 3000 a.C. se expandieron por medio de diversas migraciones hacia las regiones de Europa central y Asia. En este período del IV milenio a.C. los primeros grupos indoeuropeos se asentaron en las regiones de Europa del valle del Danubio; también en las regiones de Anatolia (actual Turquía) y regiones limítrofes. Fue característico de estos pueblos indoeuropeos el tener una sociedad jerarquizada con líderes guerreros, una economía basada en la ganadería y la agricultura y una religión politeísta enmarcada en la adoración de deidades relativas a la naturaleza y la guerra. Estos pueblos indoeuropeos a pesar de hablar diferentes lenguas su lenguaje procedía de una raíz lingüística común. Debido a sus desplazamientos en diferentes direcciones durante el IV milenio a.C. los pueblos indoeuropeos dieron origen a varios grupos históricos conocidos:

-Hititas: grupos indoeuropeos que se establecieron en Anatolia y fundaron un poderoso reino.
-Indoiranios: pueblos indoeuropeos que se desplazaron hacia Persia y parte de la India.
-Baltos y eslavos: que migraron hacia la Europa oriental.
-Germanos: grupos que se expandieron por el norte de Europa.
-Itálicos y griegos: que se asentaron en la península itálica y en las inmediaciones del Mediterráneo.
-Celtas: grupos que se establecieron y desarrollaron en la Europa central y occidental.

Entre el 3000 a.C. (otros historiadores señalan a partir del año 2500 a.C.) hasta el 2000 a.C. (III Milenio a.C.) los indoeuropeos se expandirían por medio de nuevas migraciones hacia Europa central y occidental, dando origen a partir del 2000 a.C. a los pueblos: «protoceltas» o «Celtas primitivos» en el centro y oeste de Europa y los «protoitálicos» en la península itálica; mientras que otros grupos indoeuropeos emigrarían hacia el norte de Europa dando origen a los pueblos: «protogermánicos», «protoeslavos» y «protobálticos».

Es a partir del año 2000 a.C. que inicia la historia de los pueblos «protoceltas» asentados en la región de la Europa central, en el área que hoy en día comprende: Austria, Hungría, el sur de Alemania y la República Checa; que evolucionarían para dar inicio a partir del año 1200 a.C. a las poblaciones de los «Celtas oficiales» conocidos.

La Metalurgia y los pueblos Europeos. Los «Protoceltas».

En este transición prehistórica de Europa entre el año 4000 a.C. y el año de aparición de los celtas en el 1200 a.C., surgieron una serie de culturas que tuvieron un impacto significativo en la metalurgia y la organización social en Europa; además se destacarían por las características particulares de los enterramientos de los difuntos lo que las diferenciaría en varias formas. La metalurgia en Europa evolucionó en tres grandes períodos: Edad del Cobre, Edad del Bronce y Edad del Hierro, cada uno desarrollando avances tecnológicos y culturales entre los primeros habitantes.

Edad del Cobre (entre el año 4000 a.C. y 3000 a.C.):
El cobre fue utilizado para la elaboración de herramientas y adornos; aunque la piedra seguía predominando. Este desarrollo del cobre se dió en regiones como Anatolia, los Balcanes y la península ibérica, con técnicas de extracción de la minería y la fundición del cobre. Surgieron jerarquías más definidas con líderes que controlaban recursos. Se establecieron las primeres redes comerciales basados en el intercambio de productos. Se comenzaron a construir los primeros poblados fortificados.

Edad del Bronce (entre el año 3000 a.C. y 1200 a.C.):
En esta etapa aconteció la aleación del cobre con el estaño, creando las herramientas y armas de Bronce más resistentes que el cobre. Esta situación permitió la expansión del comercio de los metales junto con la aparición de fuentes independientes de creatividad cultural, manifestándose en sociedades o «Culturas» destacadas como: «Cultura de los Campos de Urnas», «Cultura de Únetice» y la «Cultura de los Túmulos».
La cultura del Vaso Campaniforme se desarrolló en Europa aproximadamente entre 2900 a.C. y 1800 a.C., es decir, durante la Edad del Bronce; surgiendo en la península Ibérica, específicamente en Portugal, para extenderse hacia: Francia, las Islas Británicas, los Países Bajos y resto de Europa Central. Su característica principal fue su cerámica de barro distintiva en forma de campana invertida, de ahí su nombre. Por otro lado, a pesar que su desarrollo aconteció durante la Edad del Bronce, la Cultura del Vaso Campaniforme explotó los yacimientos de cobre y comerció con el mismo, debido a que el cobre era más accesible en ciertas regiones de Europa especialmente en la península Ibérica; ya que la tecnología para producir bronce (la combinación de cobre con estaño) no estaba completamente desarrollada en ciertos puntos europeos. Aunque el bronce comenzó a usarse más ampliamente en la fase tardía de la cultura campaniforme, el cobre siguió siendo un material clave en la producción de herramientas y armas; no obstante hubo una transición tecnológica en este tiempo.

La Cultura de Únetice: se extendió entre 2250 a.C. y 1600 a.C., por Europa Central, en las regiones de: Bohemia, Moravia, Sajonia, Silesia y Austria. Algunos historiadores ven en esta cultura una fusión con la Cultura del Vaso Campaniforme; pues ambas coexistieron. La Cultura de Únetice tuvo una fuerte influencia en la evolución de la metalurgia; ya que es en esta cultura donde surge la aleación del cobre con el estaño para formar el bronce, forjando: hachas, alfileres, torques y cuchillos con este metal, comerciando además con las culturas del Mediterráneo y Micenas. Las tumbas de sus difuntos contenían ajuares funerarios (ánforas, armas, mantas, herramientas, etc.). Se considera la Cultura de Únetice como heredera de la Cultura del Vaso Campaniforme. La Cultura de Únetice correspondería a la evolución (de los pueblos de la Edad del Bronce y los inicios de la Edad del Bronce con la Cultura del Vaso Campaniforme) y el surgimiento de los pueblos «protoceltas» hacia el 2000 a.C. con la expansión de su influencia hacia el este y oeste de Europa.

En un principio estos pueblos «protoceltas» se hallaban sometidos a desplazamientos permanentes en el continente europeo; permanecían cierto tiempo en un lugar para obtener cosechas o vivir de la caza, la pesca, criar ganado, además de perfeccionar la forja y la carpintería, lo que les proporcionaba armas, armaduras y herramientas. Con el paso del tiempo, estos asentamientos se tornaron más prolongados llegando a formar pueblos o villas permanentes cuyas prioridades fueron la agricultura, la caza y la ganadería, junto con la defensa. Estos grupos celtas vivían en constantes batallas entre clanes o tribus, forjando una cultura guerrera y desarrollando la metalurgia del cobre y posteriormente la transición hacia el bronce. Estos «protoceltas» vivían al interior de pequeños pueblos fortificados con empalizadas de madera, rodeados de campos agrícolas, pastos o bosques. Su sociedad estaba organizada en una estructura tribal donde el jefe o los guerreros tomaban las decisiones en consenso, especialmente en la defensa de la tribu y es donde se formaron las tres primeras clases sociales entre: guerreros, shamanes ó futuros sacerdotes y los hombres libres, definidos estos últimos como: artesanos, agricultores y comerciantes; los cuáles quedarían excluidos de los deberes militares. Se teoriza que esta división de clases surgió en definitiva durante la Cultura de Únetice de los «protoceltas» y que sería exportada al resto de Europa.

La arqueología ha rastreado las huellas de los pueblos «protoceltas» dentro de la Edad del Bronce, no solo identificándolos con la Cultura del Vaso Campaniforme y la Cultura de Únetice, sino relacionándolos también con una antigua sociedad conocida como «La Cultura de los Túmulos» la cual se desarrolló en Europa entre los años 1600 a.C. y 1200 a.C. (después de la cultura de Únetice) a quien se ha atribuido unánimemente como «pueblo céltico» en proceso de formación o «protoceltas», y que incidieron sobre los an­tiguos grupos indígenas de diversa naturaleza hasta su unificación. La Cultura de los Túmulos inicia oficialmente en Alemania con los túmulos alemanes o Hügelgraberkultur, expandiéndose posteriormente hacia las regiones de Francia, Normandía, Bélgica, Holanda, Austria, Hungría, Hartz, República Checa, Eslovaquia y Suiza. Se denomina «La Cultura de los Túmulos» por la presencia mayoritaria de sepulturas de inhumación individual de antiguos habitantes bajo túmulos.

Estos túmulos consistían en un cúmulo de tierra y piedras sobre una o varias tumbas que daban forma a un montículo de apariencia piramidal o de colina artificial. Algunos de estos túmulos llegaron a convertirse en verdaderas cámaras funerarias. En la excavaciones de éstos túmulos se han encontrado esqueletos en posiciones horizontales y otros en posiciones encogidas junto a diversos implementos correspondientes a la edad del Bronce con abundante cerámica como partes del ajuar funerario. Sin embargo, hacia finales de la Edad del Bronce, en el año 1300 a.C. o 1250 a.C. los pueblos «protoceltas» de la Cultura de los Túmulos cambian a una nueva fase conocida como: «La Cultrura de Los Campos de Urnas».

Estos grupos humanos indoeuropeos o «protoceltas» asociados a la «Cultura de los campos de Urnas», se desarrollaron entre el 1.300 a.C. ó 1250 a.C. hasta el año 750 a.C. Tenían por costumbre incinerar el cuerpo del fallecido en lugar de colocarlos en montículos o túmulos, y guardar sus cenizas en una urna de cerámica, la cuál solía ser una vasija de cerámica, y enterrarla en un agujero excavado en la tierra, dando forma a extensas necrópolis de urnas de cerámicas de arcilla con cenizas de cadáveres. Estas vasijas donde depositaban las cenizas podían tener diferentes formas, pero comúnmente fueron de cuello estrecho. Posteriormente, a partir aproximadamente del 750 a.C. no incinerarían los cadáveres de los fallecidos, sino que enterrarían el cuerpo entero con ajuares funerarios.

Es durante el período del final de «La Cultura de Los Túmulos» y durante el período del inicio de la «Cultura del Campo de Urnas» donde surge una sociedad similar a la celta oficial: recogían las cosechas con el uso del la hoz de cobre, construían casas con troncos, cocinaban la carne en calderos de bronce, fabricaban la cerveza y la hidromiel, fabricaban joyas como torques, broches y brazaletes de bronce y había entre ellos una extensión de la cultura guerrera con la forja de armaduras (petos), cascos y espadas de bronce, y muchos guerreros ya se ponían al servicio como mercenarios de líderes tribales de otras tribus lejanas. La actividad militar, aunque con batallas campales entre tribus, estuvo más enfocada en el robo del ganado y la expansión para robar tierras a sus rivales. Es durante el transcurso del período de la «Cultura del Campo de Urnas», específicamente a partir del año 1200 a.C. donde se originan los «Celtas modernos» cuya etapa de desarrollo, por lo tanto, abarcó el final de la Edad del Bronce y el inicio y el resto de la Edad del Hierro.

Edad del Hierro (entre el año 1200 a.C. y 500 a.C.):
Etapa caracterizada principalmente por el uso del hierro como material para las herramientas y las armas indoeuropeas o «Celtas» propiamente dichos, cuyo auge masivo o total acontecería hacia el 800 a.C. ó el 700 a.C. En este periodo surgieron sociedades más complejas formadas por una cultura guerrera con estructuras fortificadas. La Edad del Hierro es dividida a su vez en: «La Primera Edad del Hierro» aproximadamente entre el 1200 a.C. ó 1100 a.C. hasta el 500 a.C. y «La Segunda Edad del Hierro» entre el 500 a.C. hasta el 200 a.C.
Durante esta etapa, a partir del 1200 a.C., surgen oficialmente los «Celtas Históricos» con: la Cultura de Hallstatt y la Cultura de La Tène.

Los Celtas Históricos. El Período de Halstatt y el Período de La Tène.

Los arqueólogos dividen las primeras fases de la historia celta en dos etapas:
1) El Período de Hallstatt: desde el año 1.200 a.C. hasta el 500 a.C.
2) El Período de La Tène: desde el año 500 a.C. hasta el siglo I d.C.

Los nombres del período de Hallstatt y el período de La Tène provienen de las localidades de los países, alrededor de los Alpes, donde las excavaciones arqueológicas han encontrado la mayor cantidad de objetos antiguos de la cultura Celta: Hallstatt en Austria y La Tène en Suiza.

Los antiguos habitantes de estos sitios arqueológicos fueron celtas, por lo que para muchos arqueólogos e historiadores son conocidos como los vestigios de los «celtas históricos» desde donde se expandirían, entre el 1.200 a.C. y el 900 a.C., hacia los países: Francia, norte de Italia, sur de Alemania, sur de Polonia, España, Portugal, Hungría, República Checa, partes de la Península Balcánica, Rumanía y Bulgaria llegando a las regiones aledañas al Mar Negro; además de Holanda, Bélgica, Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda. Incluso, en esta etapa, alcanzaron la actual Turquía, formando una región celta llamada: Galacia o Galatia. Tal extensión aconteció gracias a: la formación de alianzas tribales, matrimonios entre mujeres y hombres de diferentes clanes, el comercio, la migración en busca de mejores tierras y por causas de la guerra entre tribus: la conquista de nuevos territorios o la expulsión de una región por otros clanes.
A partir del 1200 a.C., los pueblos célticos habrían conse­guido crear una cultura notablemente desarrollada reflejada en una organización política y social con el establecimiento de contratos matrimoniales, la formación de alianzas y federaciones entre tribus; fundar ciudades fortificadas y establecer y fortalecer un sistema de redes comerciales.

El período de Hallstatt a su vez es dividido en: Hallstatt A y B; C y D:
-Hallstatt A (c. 1200-1000 a.C.):
Caracterizado por ser la última fase de la Edad del Bronce y transición hacia la Edad del Hierro, con la creación y uso de herramientas de hierro. En este período acontecieron las prácticas funerarias con cremación y los entierros de las cenizas de los difuntos en urnas («Cultura del Campo de Urnas»). Se desarrolló un comercio de bienes de lujo, como ámbar y cerámica decorada.
-Hallstatt B (c. 1000-800 a.C.):
Se dió el desarrollo de estructuras sociales más jerárquicas o clases sociales establecidas. Aconteció una expansión comercial de los celtas con el Mar Mediterráneo. Hubo una consolidación de la metalurgia del hierro con la creación de armas de hierro en toda la sociedad celta, especialmente a partir del año 800 a.C.
-Hallstatt C (c. 800-600 a.C.):
Período celta caracterizado por la aparición de espadas celtas largas. Las tumbas de la élite y celtas en general tornaron al enterramiento con ajuares funerarios, especialmente entre las clases altas, dejando atrás la cremación y entierro de cenizas en urnas de la «Cultura del Campo de Urnas». En esta etapa se estableció en mayor medida una aristocracia guerrera en la sociedad celta. Hubo además una notable influencia cultural de los griegos y etruscos sobre los celtas. En este período los celtas comenzaron a utilizar la rueda; aunque su uso se había difundido en Europa mucho tiempo antes e inventada desde el Neolítico por otras culturas previas. Los celtas aplicaron el uso de la rueda para carros de guerra celtas de dos ruedas de madera reforzados con aros de hierro tirados por ponis, carros de transporte para el traslado de personas y materiales.
-Hallstatt D (c. 600-450 a.C.):
Se desarrollaron fortalezas celtas y asentamientos fortificados. La influencia celta se expande en Europa occidental. Este período estuvo marcado por la expansión de los celtas, una evolución en el arte y la arquitectura en los pueblos celtas y por el refinamiento de la metalurgia del hierro; por lo que para muchos historiadores es en el año 500 a.C. donde hay una «verdadera expansión» del hierro celta. Sucedió además un declive debido a cambios comerciales y la competencia con otras culturas; específicamente: griegos y romanos.

Los descubrimientos arqueológicos de yacimientos correspondientes al período de Hallstatt consistieron en el hallazgo de galerías de minas de 350 metros de profundidad en la montaña de Salzberg ó «Montaña de Sal», revelando además la explotación de recursos mineros y el fundido de metales por los antiguos celtas. Al final de la Edad de Bronce, a partir del 1,200 a.C. y principalmente entre los años 800 a.C. y 700 a.C., estas minas de sal estaban siendo explotadas intensamente por «protoceltas» y celtas, utilizando cuñas, picos y cinceles de bronce y posteriormente de hierro. Estas minas contaban con troncos de madera como soporte y escalones hechos de troncos de madera en pendientes. Los celtas mineros utilizaron antorchas de madera de pino para su iluminación al interior clavándolas en las paredes. Al cavar las paredes, sacaban la sal o las vetas de mineral en cestos de cuero. La sal para los celtas fue importante como fuente conservadora de alimento y como condimento.

Alrededor de esta mina se encontraron urnas de cerámica con cenizas de celtas fallecidos y al mismo tiempo un cementerio de mil tumbas de esqueletos, revelando la transición de las actividades funerarias de la incineración (Cultura de los campos de Urnas) hacia la inhumación. Estos cementerios proporcionaron objetos que consistían en suntuosos artefactos fúnebres datados del siglo VII a.C. y VI a.C.: carros funerarios de cuatro ruedas, herrajes de caballos, calderos de bronce, pomos de espada con incrustaciones de oro, etc. En estos yacimientos mortuorios se encontraron además muchas armas como: espadas, lanzas y hachas de guerra elaboradas precisamente de: Hierro. Los celtas adquirieron por lo tanto su auge cultural hacia el año 800 a.C. ó 700 a.C. justo cuando desarrollan artefactos y armas de Hierro por completo. Los celtas en estos años eran hábiles carpinteros y ya montaban a caballo como jinetes de guerra.

En este período de Hallstatt los celtas también contaban con carruajes de cuatro ruedas, los cuáles también eran enterrados en las tumbas de caudillos líderes y nobles. Los celtas contaban para este tiempo con ganado y terrenos agrícolas, formando comunidades que mantenían activo el comercio con escandinavos, etruscos y griegos, además del uso masivo del Hierro. Se deduce que en este período los celtas formaban comunidades autosuficientes gracias a al uso del arado, la guadaña, las salazones de los alimentos, el herraje de caballos y el molino rotatorio que mejoraron su alimentación. Su comercio estuvo basado principalmente en la sal, el vino y el hierro.
La gran cantidad de los dispositivos defensivos en forma de fortificaciones en la época de Hallstatt, estuvieron destinados a detener los ataques de los germanos y las tremendas invasiones de los pueblos cimerios, que procedían de Ucrania, y posteriormente, para detener las incursiones guerreras de los escitas venidas ambas del este de Europa.

El período de La Tène: corresponde a la Segunda Edad del Hierro. Es en este periodo de La Tène, por las pruebas arqueológicas halladas, donde los celtas eran ya consumados jinetes, mejores herreros, habían construido los carros de guerra de dos ruedas hechas de hierro junto al perfeccionamiento de armas de hierro, siendo guerreros excepcionales y temidos. Hecho que los llevó a realizar incursiones de guerra en Grecia y Asia Menor, junto a una mayor expansión en la Península Ibérica, las Islas Británicas y la península de Los Balcanes. Hacia 387 a.C. saquean la ciudad de Roma.

Pero es en este mismo período donde comienza también su declive militar al ser derrotados en Telamón, cerca de Roma, por los romanos, culminando con las guerras contra Julio César hacia el año 58 a.C. En el período de La Tène, las comunidades celtas eran estratificadas, si bien dedicadas a la agricultura y al comercio, tenían una mayor disponibilidad a la guerra, con asentamientos fortificados con murallas y con la formación de confederaciones de clanes. Es en este período de La Tène donde se desarrolló el “arte celta”, caracterizado por el trabajo de los artesanos celtas en joyas, utensilios y piezas de arte en base al bronce, oro, coral y vidrios multicolores. Aproximadamente hacia el siglo III a.C. los celtas introducirían los molinos rotatorios para la molienda de granos y los tornos de alfarero para la fabricación de cerámica.

La Sociedad entre los Celtas. Las clases sociales.

La mayoría de las tribus celtas estaban organizadas en clanes (grupos familiares) que dominaban regiones de tierra y de población determinada, de tal forma que el conjunto de clanes formaba una tribu o Tref. En irlanda eran llamadas Tuath. En ciertos casos estas tribus llegaron a formar reinos centralizados. El clan era la unidad étnica de los celtas. Cada clan estaba conformado por un conjunto de familias unidas por un origen en común. El número de familias por cada clan podía variar, desde unas cuantas a una docena o más. Debido a que los celtas formaban una sociedad regional heterogénea cada clan se unían con otros clanes para formar una confederación de tribus o un reino determinado. Nunca existió entre los celtas un verdadero reino unificado, estado o nación; ya que su sociedad se trataba de grupos aislados semifeudales unidos por la etnia y necesidades defensivas y ofensivas.

Cada tribu o tref conformaba un reino y estaba gobernado tradicionalmente en el mundo celta por un rey, llamado: Rix, o jefe local, junto a un consejo de nobles. El rey tomaba las decisiones en conjunto con este consejo de nobles como: ir a la guerra, estrategias, acciones a realizar en casos de hambruna o desastres, etc., no obstante, este orden, estaba bajo la tutela y dirección de sus sacerdotes: los druidas, quienes ejercían una significativa influencia en las decisiones de los reyes y los nobles. Cada rey terminaba por lo tanto más como un comandante militar y como diplómatico en ciertas regiones del mundo celta, al menos, donde los druidas tenían influencia. El consejo de nobles se consideraba solidario en sus obligaciones contraídas.

Sin embargo, en el sur de la Galia, existió una forma de gobierno entre los celtas donde el grupo de nobles elegía a un magistrado quien lideraría la tribu por un período de tiempo de un año para elegir otro posteriormente a su término. Este tipo de gobierno entre estos celtas estuvo muy probablemente influenciado por sus contactos en el sur con la República de Roma y con los griegos. Los súbditos de cada tribu buscaban en el rey un jefe militar prometiéndole prestaciones al cumplir las leyes, tributo en forma de impuestos y deberes militares como servirle en calidad de guerreros en campaña militares requeridas; a cambio los súbditos recibían reparto de tierras y bienes, justicia y protección frente a la amenaza de otras tribus enemigas.

La elección de los reyes y nobles solo podía provenir de la realeza celta; aunque con ciertas excepciones como, guerreros advenedizos, conquistas absolutas de otras tribus o caudillos más poderosos que el mismo rey. A pesar de estas condiciones, los celtas no tuvieron un reino absoluto y la unión de varias tribus acontecía en forma de confederaciones. Los romanos, en caso de las tribus de los galos, llamaban a la región que habitaban numerosos clanes como: Pagus o Pagis, término relativo a «aldea», el cual estaba delimitado por accidentes geográficos como ríos, lagos, bosques, montañas, quebradas, etc., y cuyo tamaño variaba. En el caso de la unión de varios pueblos o aldeas celtas de los galos, los romanos les llamaron: Civitas o Civitates, palabra relativa a: «Ciudad». Esta podría aglutinar hasta 50,000 0 100,000 habitantes. Sin embargo, una civitates era la confederación de varias tribus con el fin de aunar esfuerzos y aumentar el número de efectivos militares. En estos casos los rex y nobles elegían a un líder para la dirigencia de la federación de tribus.

Las clases sociales entre los celtas eran: «Los Guerreros» o «Clase Guerrera». Ésta a su vez estaba conformada por: el Rey o “caudillo de la tribu” y sus parientes, en este caso, inmediatamente: la reina y los hijos procreados entre ámbos, seguidos por hermanos, tíos, sobrinos, etc. A continuación estaban los “nobles” acaudalados y poderosos que obligatoriamente eran todos guerreros conformando un consejo o crte real. Por último, dentro de esta clase social, estaban los “caballeros”, quienes eran todos los celtas dedicados exclusivamente a ser guerreros, especialmente los más fuertes o más experimentados. Estos grupos tenían el privilegio de hacer la guerra y sus cargos eran hereditarios. Los guerreros dependían mucho de su noble linaje, de su reputación en batalla y de sus proezas guerreras o físicas. Los nobles a su vez podían contar con guerreros leales a quienes otorgaba una paga o recompensas por sus servicios.

En general había tres tipos de guerreros: los «nobles» que pertenecían a la clase nobiliaria; no formaban parte del consejo del rey o la alta nobleza celta, pero tenían cargos o rangos militares importantes; luego estaban los guerreros «libres», guerreros que se dedicaban exclusivamente al arte de las armas y prestaban sus servicios al rey o a algún noble por una paga trabajando también comúnmente como mercenarios; en algunos casos podían servir al noble en tareas administrativas; por último estaban los guerreros «vasallos» quienes eran agricultores arrendando la tierra del rey o un noble celta y como forma de pago prestaban también sus servicios militares obligatoriamente en caso de ser solicitados; pese a ello no estaban excentos de impuestos. Todos estos guerreros recibían recompensas del rey por su labor o servicio. No todos los agricultores celtas eran guerreros «vasallos», muchos contaban con su propio terreno, mientras otros solo arrendaban la tierra del rey o algún noble sin prestar un servicio militar pagando una cantidad de la cosecha o con ganado a manera de impuesto.

Seguidamente estaba la clase sacerdotal o «Los Druidas» quienes tuvieron gran influencia sobre la población, encargados de las actividades religiosas entre los celtas, además de la administración de la justicia y de instructores como maestros y médicos frente al resto de la población. Es característico su rol influyente en diversos clanes o tribus, conformando un estrato sólido en la sociedad celta. Su autoridad provenía de su sabiduría, la experiencia en temas jurídicos y religiosos y su relación con la naturaleza y los eventos meteorológicos; ya que la gran mayoría de sus cultos y ritos eran oficiados en bosques junto a robles y encinas, por lo que fueron considerados «mediadores de los dioses» para con los habitantes y expertos en temas de la flora y la fauna. La dirección de liturgias y las festividades estaba bajo su cargo.

Luego estaban los «Hombres Libres», conformado por el resto de la población: aldeanos, artesanos, agricultores, carpinteros, comerciantes, ganaderos, etc.. Por lo general estaban exentos del servicio militar, dedicados principalmente a sus labores cotidianas para ganar su sustento; no obstante también podían ir a la guerra en caso de ser necesario, cuando toda la tribu estaba amenazada por un conflicto que requería la colaboración en defensa de toda la población local o por orden excepcional misma del rey de turno si ordenaba una leva. Esto da a entender que muchos celtas podían llevar una vida practicando un oficio, por lo común en la agricultura o la ganadería, pero a su vez sabrían defenderse con el uso de las armas, donde tendrían el conocimiento básico de ciertas habilidades marciales. Entre los hombres libres los artesanos eran respetados por su experiencia en la fabricación de ornamentos de todo tipo; en este orden se incluían los alfareros y carpinteros. Los herreros eran apreciados y valorados por la producción de armamentos y herramientas, en un principio por el bronce y posteriormente por su trabajo con el hierro. Los campesinos fueron una considerable base económica en la cultura celta cultivando cereales y legumbres; muchos de ellos, al igual que otros pobladores celtas, se dedicaban a la cría del ganado, asegurando un suministro de alimentos. Los comerciantes por su lado facilitaban el intercambio de bienes y productos exóticos entre tribus celtas y con otras civilizaciones, especialmente la romana y griega; y en algunos casos, fueron los principales protagonistas de la introducción de inventos y otras técnicas artesanales en el mundo celta.

Los pobladores celtas en general desempeñaron un papel esencial en la economía y la vida cotidiana. Pese a no tener el prestigio de las clases nobles, los guerreros o los druidas, su trabajo era esencial para el sostenimiento de la comunidad y permitir el desarrollo de la cultura celta. Los pobladores, aunque no pertenecían a la nobleza, tenían derechos como hombres libres y en casos excepcionales podían participar en la toma de decisiones dentro de la tribu. La sociedad celta era estríctamente jerárquica; pero podía permitir el ascenso de clases si un hombre libre demostraba habilidad excepcional, por lo común: en la guerra.

Por último estaban «los esclavos». Generalmente los esclavos eran cautivos de guerra producto de conflictos armados entre otras tribus; también eran convictos y criminales. Los esclavos entre los celtas estaban reservados para ser canjeados en actividades comerciales; las mujeres esclavas estaban destinadas a las actividades de servidumbre y de granja en los hogares; los hombres esclavos a actividades de granja, agrícolas y como obreros; los esclavos convictos a los trabajos más duros como forma de castigo. Los esclavos podían servir como forma de sacrificio a los dioses; en esta última situación para los esclavos que habían sido criminales. También habían «esclavos temporales», quienes servían como esclavos por un período determinado para pagar deudas u ofensas cometidas y al ser saldadas terminaban con su período de esclavitud. Algunos esclavos podían comprar su libertad con dinero ahorrado, la liberación por sus amos o por realizar hazañas de valor o guerreras según se presentara el caso.

El rey o caudillo celta era el líder del clan o el territorio, su objetivo primordial era defender la ley y mantener el orden, no obstante estaba supervisado por los sacerdotes celtas los druidas en ciertas situaciones; quienes en la práctica ostentaban el poder o, por defecto, tenían una enorme influencia. La sociedad celta era patriarcal; pero las mujeres tenían un rol de mayor libertad comparado con las mujeres romanas o griegas. Las mujeres celtas comúnmente no eran guerreras; pero podían aprender habilidades guerreras e ir a la guerra en caso de ser necesario.

Por lo general los celtas tenían una clase social alternativa o privilegiada conocida como: “Los hombres de las artes”, o «Sociedades Guerreras», conformada principalmente los guerreros más fuertes, experimentados o con capacidades guerreras especiales, siendo por lo tanto tropas o «guerreros de élite»; quienes en algunas ocasiones formaban una especie de consejo de guerra para casos de situaciones difíciles o en la toma de decisiones que comprometían la seguridad de los clanes. Se cree que estos «hombres de las artes» eran Hermandades de soldados excepcionales, no necesariamente de noble linaje, siendo una especie de «fuerzas especiales» como unidades comando, infiltrándose en territorio enemigo y ejecutando operaciones guerreras de carácter especial.

Estos «hombres de las artes» podían estar dirigidos por el rey; aunque tenían cierta autonomía, y podían unirse a ellos cuando formaban un consejo de guerra los nobles más poderosos, los jefes druidas más influyentes, los profetas o especie de magos encargados de los augurios llamados: Filid, y los hombres con habilidades especiales «mísiticas» como especies de shamanes llamados: Vates. Probablemente estos últimos para pronosticar el resultado de algún evento o decisión a tomar según rituales adivinatorios. Este tipo de hermandades guerreras variaron según la región y el tiempo de historia celta.

Vida cotidiana de los Celtas y economía.

La vida celta era de carácter rural, con una economía basada en la agricultura, la ganadería y la caza. La agricultura era llevada de forma intensiva en campos de labranza cuyas dimensiones aproximadas eran de 70 metros cuadrados. Los cultivos principales eran los cereales como el trigo, la cebada, centeno y la avena, así como las legumbres. En su productividad agrícola se apoyaban del arado. En un principio era un arado de reja de madera; posteriormente los celtas incoporarían el arado de reja de hierro, permitiendo mayor eficacia en la producción agrícola pues el arado de hierro preparaba mejor la tierra para la siembra de semillas, reducía la dureza del suelo permitiendo la retención del agua con un mejor crecimiento de cultivos y permitía la mezcla de tierra superficial con las profundas distribuyendo mejor los nutrientes.

La agricultura al ser de carácter familiar condujo al nacimiento de parcelas familiares de propiedad privada desarrollando a su vez una ganadería complementaria. El ganado que criaban los celtas era de: cerdos, ovejas, cabras y vacas; de estas últimas dos llegaron a elaborar quesos. El ganado era resguardado en corrales y graneros de madera y troncos cimentados con fango o arcilla; en otras ocasiones el ganado era resguardado en el interior del hogar, especialmente en casas grandes. Un miembro de la familia era encargado de dejarlos pastar en montañas y colinas cercanas durante el día y trasladarlos al redil al atardecer.

Para la casería se auspiciaban de perros y caballos al igual que en las batallas, disponiendo de lanzas y arcos y flechas. La cacería favorita, especialmente de los guerreros y la nobleza era el jabalí y el venado; ya que demostraba valor y desarrollaba habilidad. Si bien cualquier poblador celta podía cazar un jabalí o un venado, muchos se conformaban también con conejos, liebres y animales pequeños en los bosques; utilizando por lo común en éstos casos trampas y redes para capturarlos. El objetivo principal de la caza era la obtención de carne; pero también la obtención de huesos y pieles que se aprovechaban para añadirla a la vestimenta y la fabricación de adornos o utensilios. Muchos celtas cazaban el pato. Los celtas de las costas del océano y cercanos a los ríos pescaban asiduamente con lanzas y arpones, especialmente el salmón y la trucha. Para la caza se auxiliaban en ocasiones de perros amaestrados para rastrear y acorralar presas.

La dieta común de los pobladores celtas estaba basado en el consumo de: carne de res, oveja, pescado, salmón, venado, pato, cerdo y jabalí, preparadas en asador o al interior de calderos. Consumían gachas de avena preparados en calderos y era parte de la comida habitual de los celtas. Consumían cerveza hecha de cebada e hidromiel. También consumían la miel, queso, mantequilla y el pan de trigo. Por lo común en una casa celta la familia comía alrededor de una mesa baja sentados con las piernas cruzadas o en cuclillas. La comida era servida en platos de madera en forma de cuencos y comían con los dedos.

Las casas de los celtas estaban conformadas por una armadura de vigas y postes de madera, rematadas en arcos con paredes de mimbre entrelazado y embarrados, más gruesos que los utilizados para los cestos, cubiertos por una argamasa para darle consistencia e impedir la entrada del agua y el viento. Otras viviendas celtas estaban hechas de acacia y barro en su paredes. Los techos eran de paja especial o brezo que se cubría con betún para darle impermeabilidad, por lo común de forma cónica, los cuáles a su vez eran vulnerables al fuego. Generalmente en Gran Bretaña e Irlanda las casas celtas eran circulares, mientras que en la Galia y resto de Europa las casas celtas eran rectangulares. Sus tamaños podían variar desde 5 metros hasta 15 metros de diámetro.

En su interior las casas celtas contaban con un fuego central en forma de un pequeño agujero excavado en la tierra donde depositaban la madera para darle fuego. Podía encontrarse un telar de lana, camas hechas de arcilla recubiertas de pieles gruesas para el frío o camas de simple paja con gruesas mantas. La ropa y las herramientas colgaban de las paredes. Entre éstas últimas hoces, guadañas, cuchillos, hachas y cuencos.Habían cestos de mimbre y bancos adosados a las paredes. Las mantas estaban hechas de pelaje de animales y lana. Cuencos de barro servían para almacenar granos y agua. La gran mayoría de las casas celtas contaban con campos de cultivo en su entorno, los cuáles eran generalmente rectangulares, donde la familia estaba obligada a trabajarlos. Los granos de la cosecha eran almacenados en pozos o depósitos circulares cubiertos con esterillas de juncos entrelazados y revestidos al interior con piedras o mimbre y sellados con arcilla. Estos depósitos estaban ubicados dentro de las viviendas más grandes o un costado de la casa.

Los celtas vivían en aldeas fortificadas o fuertes ubicados en llanos, cerca de terrenos fértiles, en los bosques o en lugares elevados. Las más conocidas fortificaciones eran los castros situados en tierras elevadas cuyas paredes perimetrales eran formadas por tierra entre soportes de madera, con un foso rodeando el exterior de la fortificación. Al interior se edificaban las chozas, casi siempre circulares y muchas veces adosadas a la muralla y dispuestas sin un orden establecido. Sin embargo, hacia el siglo II a.C. estas construcciones fueron conocidas como Oppida, ya que fueron nuevos tipos de fortificaciones situadas en lugares estratégicos conformadas por piedra, madera, terraplenes y bloques compactos de tierra.

Con el paso del tiempo estos fortines amurallados crecieron con la incorporación de aldeas aledañas llegando a ser verdaderas ciudades con calles, fosos, posadas, mercados, etc. Estos fuertes elevados se convertían además en refugios para tiempos difíciles, donde la comunidad se instalaba durante la guerra, mudando sus cosechas y su ganado, además de ser utilizados como depósitos de comida y animales para casos de hambrunas. En el caso de las aldeas más ricas las fortificaciones en terrenos elevados eran ocupadas de forma permanente. En ciertas ocasiones estas fortalezas fueron utilizadas para eventos o grandes festividades por parte de los reyes; en otras en carácter de cuarteles de guerreros frente a los ataques de las tribus germánicas.

Por su manejo del hierro los celtas lograron fabricar arados y guadañas lo que les facilitó una agricultura intensiva. Al manipular el hierro lograron fabricar ruedas de metal adaptadas a carretas de cuatro o dos ruedas que construían a base de madera de una sola pieza y a la que luego aplicaban un eje de hierro. Con el trabajo del hierro, duro y a la vez fácil de forjar, obtuvieron los instrumentos y herramientas adecuadas para el cultivo y actividades diarias. Con el hierro forjaron puntas de arado para labrar la tierra, fabricaron las hachas para talar árboles en los bosques y a su vez ensanchar las parcelas de cultivo, fabricaron hoces para la siega, azadas para la labranza, martillos para clavetear los yugos de los bueyes y las ruedas de carruajes, etc. El herrero, con su herrería, pasó a ser el artesano más valioso de las comarcas celtas, especialmente por la fabricación de lanzas, espadas, escudos, flechas y cascos para los caudillos. Muchos de estos herreros celtas también forjaron joyas y adornos de bronce pulido.

El molino rotatorio sería introducido entre los celtas hacia el siglo III a.C.; ya que los romanos habrían contribuido a su desarrollo y eficiencia en la molienda para la producción de harina. Los molinos celtas eran de tracción manual o animal y consistía en dos piedras duras y circulares superpuestas de granito, con la superior girando sobre la inferior. La piedra superior tenía un eje central y se giraba manualmente o con tracción animal, permitiendo una molienda más rápida y eficiente en la producción de harina para el pan. Previamente los celtas utilizaban los molinos de mano que consistían en dos piedras: una fija y plana, y otra móvil generalmente rectangular, el grano al colocarlo sobre la piedra plana era triturado por la piedra rectangular mediante fricción generando la harina. Si bien era eficiente, era un proceso largo y agotador. También los celtas utilizaron morteros: en forma de piedras cóncavas donde se colocaban los granos para machacarlos por medio de rocas o bastones.

El torno del alfaferero, inventado hacia el IV Milenio a.C. en Mesopotamia y Egipto y alcanzaría Europa hacia el siglo VIII a.C. Los celtas lo incorporarían hacia el siglo III a.C. con la influencia romana, lo que les permitió aumentar la producción de productos de cerámica, valiosa como contenedores de agua o granos básicos. Antes del uso del torno de alfarero, los celtas producían su cerámica a mano, utilizando técnicas de modelado sin el uso de un torno.

Los carpinteros celtas fueron importantes en la cultura celta; ya que su oficio fue fundamental para la construcción. A diferencia de los romanos, que utilizaban más la piedra en sus edificaciones, los celtas obtuvieron habilidad en el trabajo con la madera, adaptando técnicas de carpintería en el entorno boscoso de Europa. Los carpinteros celtas destacaron en la construcción de estructuras como casas de madera y puentes, especialmente en el período de: La Tène; además de la construcción de fortalezas, columnas y empalizadas defensivas. Los asentamientos celtas solían tener muros de madera reforzados con tierra y piedra en los cuáles colaboraron los carpinteros celtas. Apoyaron también en la fabricación de lanzas, arcos, escudos y otros instrumentos esenciales para la guerra y la caza, fabricaron sofisticados carros de guerra con ruedas de madera reforzadas con aros de hierro, elaboraron embarcaciones adaptadas a los ríos y mares europeos, confeccionaron objetos domésticos como: mesas, bancos, puertas, cubetas, estanterías y otros enseres mobiliarios, algunos de ellos con ornamentos celtas y patrones geométricos.

Entre otras profesiones estaban los mineros celtas, quienes resultaron ser expertos en la extracción de metales, una actividad crucial para su economía y su cultura. Trabajaban principalmente en las minas de: cobre, hierro, oro y estaño, materiales esenciales para la fabricación de armas, herramientas y joyería. Los mineros celtas desarrollaron técnicas avanzadas de extracción y refinamiento. Su trabajo consistió en la excavación de galerías y pozos utilizando herramientas de piedra y metal para abrir túneles en las montañas y regiones ricas en minerales como: cuñas, picos y cinceles de hierro. Utilizaron martillos de metal para triturar el mineral. Los túneles y pozos de las minas contaban con troncos de madera como soporte para evitar derrumbes y mantener la estabilidad de la mima. En ocasiones estos túneles tenían escalones hechos de troncos de madera en los casos de pendientes y fabricaban rampas de madera. Construían además canales y drenajes para evitar inundaciones al interior de las minas y para retirar el agua acumulada utilizaban cubetas de cuero o madera. Los celtas mineros utilizaron antorchas de madera de pino para su iluminación al interior colgándolas en las paredes. En múltiples ocasiones debían estar abrigados ya que en los túneles más profundos la temperatura podía bajar al punto de la congelación. Al cavar retiraban las vetas de mineral en cestos de cuero. Para la extracción de vetas del mineral los mineros celtas, a parte del uso de herramientas, se auxiliaron también del uso del fuego y el agua aplicando el método de «fire-setting», el cual consistía en encender fogatas cerca de la veta para calentar la roca con fuego y luego verter agua fría sobre ella provocando su fractura. Dentro de las minas construyeron sistemas de drenaje para evitar la acumulación de agua subterráneas.

El comercio entre los celtas desempeñó un papel fundamental en la comunicación y enlace de las tribus celtas y en una expansión cultural y económica entre los clanes. Los celtas no tuvieron un sistema centralizado de comercio como el de los romanos, griegos o fenicios; pero los comerciantes celtas, que viajaban grandes distancias para comprar, intercambiar y ofrecer sus productos, facilitaron el intercambio de bienes y principalmente las ideas y tecnologías entre distintas regiones. En cierta medida el comercio entre los celtas no solo tuvo una función económica, sino también diplomática debido a los acuerdos comerciales que establecieron vínculos entre tribus, permitiendo introducir gracias al comercio herramientas, avances tecnológicos, técnicas de metalurgia, técnicas de alfarería, técnicas de construcción, etc., lo que permitió mejorar la calidad de vida y el desarrollo económico de las tribus celtas. Algunas tribus dispusieron rutas comerciales, muchas de estas bajo vigilancia, especialmente en el caso del comercio del ámbar, la sal, metales como el bronce, hierro o el oro.

Algunas rutas comerciales se dieron entre el continente y las Islas Británicas y la península Ibérica. El comercio también se daba entre celtas con etruscos, griegos y romanos y estaba basado en minerales que exportaban como: el cobre, el estaño, el hierro y el plomo que eran extraídos en Inglaterra; también las tribus celtas exportaban: la sal, la lana, pieles y cereales, adornos y orfebrería. A su vez los celtas importaban enseres domésticos así como principalmente especias, condimentos y el vino. Según Diodoro de Sicilia, historiador griego del siglo I a.C., refiere que los celtas eran adictos al vino y lo compraban en grandes cantidades (probablemente por los reyes celtas para ofrecerlo en sus banquetes) haciendo inclusive intercambios de esclavos a cambio del mismo.

Comúnmente los celtas utilizaban el trueque entre ellos en sus transacciones comerciales siendo una base económica; luego utilizaron barras de hierro como moneda. Otra forma de economía como forma de moneda entre los celtas fue el cálculo del valor de un producto para el trueque comparándolo con: cabezas de ganado, cereales y objetos de metal como los torques y calderos, así como los esclavos; donde una «esclava celta», por ejemplo, podía equipararse en precio con «tres vacas lecheras».

Posteriormente los celtas utilizaban como forma de moneda los «anillos celtas», los cuáles eran anillos de oro y cobre del tamaño de una moneda actual de 10 milímetros a 40 milímetros, utilizados como dinero para compras y pagos. Hacia el siglo I a.C. usaban monedas de oro al comerciar con mercaderes extranjeros; además de monedas de plata o bronce. Estas monedas provenían del intercambio comercial con griegos y romanos y a su vez los celtas las tomaban y borraban de ellas los bustos humanos clásicos de griegos y romanos sustituyéndolos con símbolos celtas.

El comercio regional entre los celtas pudo haber iniciado en formas de intercambio de obsequios entre líderes tribales. Como ejemplo: «El caldero de Gundestrup», datado entre el siglo 150 a.C. y el I a.C., como una pieza de plata decorada con intrincados relieves de diversas figuras relativos a la cultura celta, encontrado en Dinamarca, tierra de los Escandinavos, que probablemente fue un regalo entre gobernantes producto de relaciones diplomáticas o producto de relaciones comerciales locales, que evolucionó a un dinamismo comercial, manifestado por redes de comercio regionales hasta establecer los mercados celtas. Estos mercados fueron vibrantes centros de intercambio donde se comerciaba materias primas, bienes manufacturados y productos alimenticios. Estos mercados celtas solían ser ferias periódicas donde comerciantes y artesanos celtas se reunían para vender e intercambiar bienes en las aldeas o poblaciones grandes; no eran estructuras permanentes como los mercados romanos, sino ocasionales.

Generalmente los mercados celtas eran espacios abiertos, no eran construcciones fijas, donde los comerciantes exhibían sus productos en mantas o mesas improvisadas, bajo toldos o tiendas temporales; aunque algunos mercados más grandes podían tener puestos de madera. Los mercados se establecían en lugares estratégicos, como: espacios abiertos al interior de las aldeas, al interior de asentamientos fortificados como los Oppida (ciudades fortificadas celtas) lo que ofrecía seguridad, cruces de rutas comerciales donde ocurría el intercambio de productos entre tribus y regiones celtas, espacios cercanos a los ríos permitiendo el transporte y compra de mercancías por vía fluvial. Los mercados celtas también estaban presentes en los festivales, especialmente en festividades celtas como: Imbolc, Beltane, Lughnasa y Samhain, siendo puntos de reunión de gran parte de la comunidad celta donde se realizaban celebraciones, competiciones deportivas y reuniones políticas.

Antes de la llegada de los romanos a tierras del occidente Europeo, los celtas ya habían construido caminos y puentes que conectaban diversos territorios celtas vitales para las comunicaciones y como formas de rutas comerciales definidas que conectaban a las tribus entre sí como a las culturas mediterráneas: griega, etrusca y la romana. Las rutas terrestres de los comerciantes celtas eran caminos y senderos, los cuáles recorrían a pie. Contaban también para el transporte y el comercio con carros de madera de cuatro ruedas desde el período de Hallstatt y de dos ruedas en el período de La Tène para transportar mercancías, especialmente las más pesadas. Estos carromatos se caracterizaban por su estructura ligera, generalmente tirados por caballo; en las Islas Británicas por caballos más pequeños pero robustos; otros por el contrario estaban tirados por bueyes. En zonas montañosas viajaban utilizando caballos junto a asnos o burros para transportar sus mercancías. Algunos comerciantes celtas viajaban solos y otros en caravanas.

Los carros celtas desempeñaron un papel crucial la guerra, en la expresión de un estatus social entre los celtas y como formas de transporte y apoyo del comercio. En el ámbito militar, fueron utilizados por las élites guerreras de la Edad del Hierro para ataques rápidos y maniobras estratégicas; aunque limitadas; permitiendo a los guerreros lanzar proyectiles y después retirarse con velocidad del terreno de batalla.

El proceso de fabricación de un carro de guerra celta iniciaba con la selección de maderas resistentes, como el roble o el fresno; la construcción de estos carros procedía con la manufactura de una plataforma hecha con tablones de madera, reforzada con láminas de mimbre, de madera, o una combinación de madera y metal; lo que les permitía ser ligeros y resistentes. Su estructura incluía un chasis de madera reforzado con uniones de metal, especialmente en los ejes y las ruedas. Los ejes se fijaban con clavijas de madera y, en algunos casos, con elementos metálicos para mejorar la estabilidad. Estas ruedas solían tener radios de madera y estaban aseguradas en su periferia por un aro de hierro para una mayor durabilidad. Los tamaños podían variar según las necesidades. En este tipo de carruajes el guerrero solía estar de pie sobre la plataforma, sujetando las riendas mientras maniobraba el vehículo.

Por otro lado los carros celtas tuvieron un fuerte significado simbólico; ya que fueron asociados con el poder económico y de prestigio social de la nobleza por lo que comúnmente solo los celtas nobles podían ordenar construirlos y darles mantenimiento, especialmente a los caballos que requerían comida, alojamiento en establos, cuidados en casos de enfermedad y el aseo. En algunos casos los carros celtas tuvieron significado religioso siendo utilizados en desfiles y ceremonias rituales.

Los carros celtas desempeñaron también un papel en el transporte de personas y mercancías, siendo utilizados en algunas regiones para transportar herramientas, productos agrícolas o materiales de construcción. Para estas cargas más pesadas, los celtas empleaban carretas de mayor tamaño, solían tener cuatro ruedas de madera que estaban reforzadas con aros de hierro para mayor durabilidad. Eran tiradas por bueyes o mulas, lo que les permitía recorrer largas distancias con cargas voluminosas. Su estructura incluía un chasis de madera resistente, con laterales elevados para asegurar la carga durante el transporte. No hay evidencia que estas carretas celtas tuvieran un pescante desde donde un conductor podía guiarlas al igual que los carruajes posteriores; por lo que probablemente los celtas caminaban junto a los animales que tiraban de la carreta guiándolos en su trayecto o el conductor se sentaban sobre la carga misma sujetando las riendas.

Algunos comerciantes y pobladores celtas utilizaban las vías fluviales de los ríos, como el Sena y el Rin, o la navegación por el Atlántico, especialmente para viajar a las islas Británicas, como vías de comunicación e intercambio de productos utilizando embarcaciones. Los celtas utilizaron distintos tipos de barcos dependiendo de la región y el propósito. En las costas atlánticas, emplearon los Curraghs, los cuáles eran barcos hechos de madera recubiertos con cuero, siendo naves flexibles y ligeras, generalmente pequeñas, aunque podían ser de mayor tamaño, por lo que resultaban ideales para la pesca, el transporte y el comercio, pues tenían gran maniobrabilidad siendo utilizados en los viajes transatlánticos por los celtas; especialmente en Irlanda y Escocia. Los Curraghs solían ser impulsados por remos, pero algunos modelos podían llevar un mástil central con una vela sencilla que estaba hecha de cuero o tejidos gruesos y que a su vez eran impermeabilizadas con grasa o alquitrán, lo que les permitía resistir la humedad y el viento, especialmente en los mares agitados.

Otros barcos utilizados por los celtas fueron los de fondo plano, los cuáles eran embarcaciones diseñadas para navegar en aguas poco profundas, como ríos y las costas del mar. Estos barcos tenían una estructura de madera con una proa y popa elevadas, permitiéndoles enfrentar mejor las olas. Algunos modelos incluían velas de cuero y anclas sujetas con cadenas. Este tipo de embarcaciones por los celtas fueron utilizados para el comercio y para la guerra principalmente; aunque no se descarta que para el transporte de pobladores de una región a otras.

Una forma más de economía entre los celtas era el “clientelismo”, donde los guerreros se ponían al servicio en calidad de mercenarios ante un noble, un caudillo o un rey local a cambio de un sueldo o manutención. Muchos guerreros celtas trabajaban como mercenarios y en esta forma de economía agregada las ganancias eran generadas, no solo por la paga por sus servicios, sino también por el saqueo o los prisioneros de guerra, de los cuáles podían exigir un pago por rescate o venderlos como esclavos. Los guerreros celtas fueron altamente valorados en el mundo antiguo debido a su ferocidad en batalla, sus habilidades y lealtad a sus empleadores. Se sabe que lucharon en diversas regiones, incluyendo entre las tribus de la Galia e Hispania contratados por reyes o caudillos; pero también actuaron como mercenarios en Grecia y Anatolia, ofreciendo sus servicios a diferentes líderes, donde fueron conocidos por su valentía al cargar contra el enemigo con ferocidad, lo que los hacía temibles en batalla como «tropas de choque».

Los mercenarios celtas sirvieron en los ejércitos de Cartago durante la Segunda Guerra Púnica bajo el mando del general Aníbal contra Roma (281 a.C. – 201 a.C.) participando como tropas de infantería de choque y en forma de caballería, siendo parte del ejército de Aníbal en la Batalla de Cannas del 216 a.C. donde rodearon y aniquilaron a las legiones romanas. También sirvieron como mercenarios en Grecia en el mundo helenístico en el siglo III a.C. Tras la muerte de Alejandro Magno en el 323 a.C., los celtas aprovecharon la inestabilidad política para avanzar hacia los Balcanes y Grecia donde los sucesores de Alejandro, conocidos como los «diádocos», recurrieron a mercenarios celtas en sus conflictos por el control del imperio helenístico. Entre los romanos, los mercenarios celtas sirvieron como tropas auxiliares, como caballería por su habilidad ecuestre e infantería ligera, especialmente tras la conquista de Roma sobre la Galia, Hispania y Britania.

Los celtas, liderados por Brennus, atacaron Grecia en el 280 a.C. causando estragos en la región y avanzaron hacia la ciudad de Delfos en el 279 a.C. con la intención de saquear el santuario de Apolo pero fueron repelidos por los griegos, estableciéndose en Anatolia donde formaron el reino de Galacia convirtiéndose en mercenarios. Los celtas como mercenarios también sirvieron en Egipto durante el período helenístico, cuando los faraones de la dinastía ptolemaica contrataron a los guerreros extranjeros para reforzar sus ejércitos, especialmente a los celtas por su agresividad en combate y su habilidad con la espada larga. La paga de sus servicios se daba por medio del dinero local y el precio dependía de sus empleadores; griegos y cartagineses les pagaban en monedas de oro o plata. Otras formas de pago para los mercenarios celtas fueron: parte del botín de guerra, bienes materiales y entrega de tierras como recompensa. Los celtas podían ser reclutados por emisarios de reyes, intermediarios militares u otros mercenarios que les conocían, puntos de encuentro en ciudades y mercados donde se reclutaban mercenarios, así como por alianzas entre reinos o regiones locales a cambio de alojamiento.

Aspecto físico de los celtas. La familia celta y la mujer en la sociedad celta.

Los celtas eran conocidos por griegos y romanos por su aspecto físico característico, en general: altos, de cabellos castaños, rubios y pelirrojos, y ojos claros: grises, azules o verdes. Diodoro de Sicilia, historiador griego del siglo I a.C., escribió en sus crónicas sobre los celtas: “Los galos son de alta talla, con poderosa musculatura y blanca piel. Su cabello es rubio y no sólo de modo natural sino que utilizan medios artificiales para aumentar el color que la naturaleza les da (…) algunos se afeitan la barba, otros la usan un poco crecida y los nobles se rasuran el rostro pero se dejan crecer el bigote hasta que oculta la boca”.

Cuando los romanos entraron en contacto con los celtas, quedaron admirados por el cuidado que estos daban a su aspecto. Tanto hombres como mujeres celtas gustaban de la ornamentación de sus cuerpos con el uso de brazaletes de oro en sus muñecas, brazos y cuello. También gustaban del uso de anillos. Sin embargo, esta ornamentación estaba más arraigada entre las clases altas celtas sirviendo como signo de un alto rango social. La nobleza celta hizo uso de los torques, los cuáles eran collares rígidos en forma de herradura decorado de figuras abstractas, así como los broches de oro para sujetar las capas. Los celtas de la nobleza y altos rangos vestían con telas de seda coloridas vetadas con trazos de oro. Las clases populares usaban ropa de lana. Pieza común para hombres, y también mujeres, eran los pantalones para protegerse del frío. También usaban cinturones de cuero par sujetar herramientas o espadas.

Tanto hombres como mujeres celtas llevaban el cabello largo. Los hombres usaban barba. Los hombres de alta rango se dejaban crecer de manera abundante el bigote lo cual era símbolo de nobleza. En algunas tribus por costumbre los hombres cortaban sus barbas y solo se permitían tener un bigote espeso y caído a los lados de las comisuras bucales. Curiosamente en la cultura celta era mal visto un abdomen prominente en hombres y en mujeres. En ciertas regiones se castigaba al hombre que engordaba, hecho que evidenciaba que cuidaban de su dieta y realizaban actividades físicas cotidianas. Estrabón, geógrafo e historiador griego del siglo I a.C. y el siglo I d.C., escribió sobre este aspecto de los celtas: «Tratan de no engordar y ponerse barrigudos, y ningún joven es perfecto si excede la longitud fijada del cinturón«.

En los primeros tiempos los celtas vestían con pieles de animales. Posteriormente la vestimenta característica durante el período protocelta fueron las prendas hechas de lino de túnicas con mangas y que alcanza las rodillas. Hacia el período de la Edad del Hierro los celtas comenzaron a utilizar la lana para sus vestimentas. Los hombres utilizaban el Braccae o braga, el cual consistía en un pantalón de lana que se sujetaba a la cintura por medio de un cordón o cinturón con dos modalidades: los cortos que llegaban hasta la rodilla y los largos, que llegaban hasta los tobillos, siendo estos los de mayor uso en las tribus que vivían al norte de Europa. Las mujeres usaban por lo general vestidos largos similares al peplum o «Peplo» de las mujeres griegas. Tanto hombres como mujeres podían también utilizar túnicas cortas o largas. Usaban también una capa de lana o sayo llamada: Sagum, ocasionalmente de varios colores. Algunas de estas contaban con capuchas para la protección de la cabeza.

En algunas regiones celtas la vestimenta de lana adquirió una mezcla característica de combinación de tintes de colores entre el rojo, amarillo y el azul con líneas horizontales y verticales que se cruzan entre sí. En regiones como Escocia se utilizó la prenda Breacan (pantalones ajustados) o el Tartán, junto con túnicas cortas con flecos y cinturones ornamentados y mantos de lana. Las mujeres celtas escocesas vestían túnicas largas sujetas con cinturones, acompañadas de mantos o sagum sobre los hombros; también vestían con faldas anchas de cuadros y adornaban sus cabellos con agujas y trenzas y utilizaban numerosas joyas como: collares, brazaletes y broches. Plantas y vallas eran utilizados para teñir la ropa de diferentes colores brillantes; aunque esta condición de atuendos de color comúnmente era para los celtas más adinerados. Algunas tribus se lavaban el cabello con agua mezclado con lima para que se mantuviera erguido, una moda exclusiva para la batalla.

Hombres y mujeres se depilaban todo el vello corporal y usaban el cabello largo el cuál peinaban cotidianamente. Las mujeres celtas gustaban de llevar el cabello largo con peinados elaborados, además de ser muy aficionadas de llevar joyas, collares y brazaletes en sus brazos y cuello. Los celtas, tanto hombres como mujeres, tenían por costumbre asearse previo a la asistencia a una fiesta por medio de un baño, utilizando jabones hechos a base de resina, aceites de animales y ciertos extractos de plantas. También los guerreros tomaban un baño previo a la batalla; por lo que según griegos y romanos, los celtas daban mucho cuidado a su aseo personal, de tal manera que bañarse con agua era algo cotidiano entre los celtas.

La unidad básica de la sociedad celta era la familia, que consistía en: padre, madre e hijos. En la práctica general se daba la monogamia, sin embargo existían casos donde acontecía la poligamia, es decir, un hombre podía tener varias esposas, donde una era la principal o «matrona», las demás podían ser las esposas legítimas pero como esposas «secundarias» o concubinas que habitaban bajo el mismo hogar; además el esposo podía contar con esclavas en calidad de concubinas, las cuáles eran compradas por la matrona en las ferias de esclavos; no obstante, esta situación de la poligamia era presente en los estratos elevados de la sociedad celta y aquellos guerreros o pobladores que podían permitírselo. La familia giraba bajo la autoridad del padre, quien tenía pleno derecho de la vida y la muerte de los hijos y sobre la mujer; sin embargo esta última era respetada como la jefa hogareña; por lo que la familia en la sociedad celta tuvo una estructura patriarcal con influencias matriarcales. La familia celta no se limitaba a los lazos sanguíneos, sino que incluía alianzas con otros clanes y grupos sociales o tribu. Cuando un hombre celta tomaba por esposa a una mujer celta, ésta debía llevar a la unión una dote consistente en una cantidad de plata que pasaba a constituir patrimonio familiar como garantía para la familia futura y cobertura contra dificultades económicas; sin embargo se teoriza la dote solo ocurría en las clases privilegiadas. La riqueza familiar se compartía y se contabilizaba y si uno de los cónyuges fallecía el sobreviviente heredaba el patrimonio del difunto. La mujer celta podía heredar propiedades, también las mujeres podían poseer sus propios bienes y gestionar su propia riqueza de manera independiente estando aún casadas. En caso de divorcio el hombre o la mujer podía heredar una parte de los bienes. Si una mujer era rica podía contar con influencias. Los celtas aceptaban el divorcio solo por simple consentimiento mutuo; pero no por la voluntad de uno solo de los cónyuges.

La mujer celta, a diferencia de sus contemporáneas griegas y romanas, tenía gran consideración social y contaba con una situación y unos derechos que eran impensables para el Imperio Romano y el mundo griego; ya que en la sociedad celta las mujeres podían ser: reinas, druidesas, doctoras o guerreras. Jurídicamente podían heredar propiedades además de administrarlas, podían participar en la vida social, marchar a la batalla (solo en caso de ser necesario) y pedir el divorcio con beneplácito de su pareja. En un matrimonio celta, el hombre podía tener la jefatura; pero no era el dueño de su mujer.

Los hijos estaban bajo la voluntad de los padres. Desde una edad temprana, se les enseñaban a los niños varones las habilidades esenciales para la supervivencia entre las que se encuentran: la agricultura, la caza, la pesca, la artesanía y el combate; en el caso de las clases guerreras el entrenamiento militar y técnicas de equitación o manejo de carros de guerra. Las niñas, por su parte, aprendían sobre la gestión del hogar, se les enseñaba la medicina herbal y la elaboración de textiles y otra actividades domésticas incluyendo la agricultura; aunque en algunas sociedades celtas se les podía instruir en las actividades guerreras o comerciales desde edad temprana. La educación no solo recaía en los padres, sino también en la comunidad y en especial por los druidas quienes transmitían conocimientos a los jóvenes; ya que los niños eran considerados parte fundamental para el futuro del clan y la tribu como herederos del linaje continuando las tradiciones familiares. Los hijos llevaban el apellido paterno. En caso de hijos ilegítimos o no reconocidos, solo podían llevar el nombre alusivo de su madre y jamás el paterno. Varias tribus tenían por costumbre no tener a sus hijos todo el tiempo a su lado, sino que al alcanzar la pubertad los cedían a una familia amiga o de confianza, a veces vecina o conocidos lejanos de confianza, para que crecieran en otro hogar con el fin de crecer más fuertes y viriles, capaces de obedecer a nuevas personas, adquirir nuevas experiencias y apartados del amor maternal. Muchos hijos desde edades tempranas comenzaban sus labores de granja y a la vez entrenamiento militar, en este último caso, en las clases privilegiadas.

Se ha hablado de la promiscuidad de los celtas por parte de los romanos y griegos; ya que éstos se asombraron y horrorizaron por la conducta liberal de sus mujeres; no obstante, al parecer, esta condición solo era dada por un acuerdo entre el esposo y la esposa casados o si el esposo otorgaba permiso a su mujer; ya que dentro de la cultura celta en los matrimonios el adulterio femenino significaba el divorcio sin compensación económica para la mujer adúltera. Las mujeres embarazadas celtas no podían mantener relaciones sexuales con otros hombres; ya que estaba prohibido. Posiblemente esta visión de las promiscuidad atribuidas a los celtas no era del todo falsa; pero en cierto punto muy distorsionada por griegos y romanos atribuido tal vez al comportamiento poco recatado de la nobleza celta y a la práctica de la poligamia (un hombre celta podía tener esposa y unas concubinas) en ciertos sectores de la sociedad celta distorsionada por la visión griega y romana. A pesar de esto la sociedad celta, desde el más humilde trabajador hasta el rey, tenía un agudo sentido de los derechos y deberes de la familia, los del clan y la tribu.

Costumbres Celtas. Los banquetes. Las cabezas cortadas. Ritos funerarios.

Las clases altas, especialmente reyes y caudillos gustaban de celebrar fiestas y banquetes ostentosos donde invitaban a miembros del clan. Estas fiestas eran una norma pues eran reuniones de comunión social. En ellas se discutían de guerra y política además de celebrar festejos locales, fiestas anuales y ceremonias religiosas. Los banquetes podían durar varios días y en estos se servían: carne de buey, vaca, terneros, cerdo, jabalí, venados, pescados como la trucha, acompañados de queso, requesón, mantequilla, hidromiel, vino y cerveza. Las recompensas por el valor eran otorgados por los jefes o reyes celtas a sus guerreros compartiendo parte del botín de guerra obtenido, su cantidad estaba medida por los rangos y el valor mostrado en batalla.

Debían los líderes ofrecer banquetes a sus guerreros o a la población local lo cuál no solo era una forma de recompensa sino una muestra de su riqueza y valor social. En los banquetes se reservaba la mejor pieza de carne para el mejor guerrero o para aquel que se había destacado en una batalla. Por lo general todos los invitados tomaban asiento frente a una mesa circular sobre bancas forradas con pieles de animales. El lugar de honor lo ocupaba el rey y la reina o el jefe de la aldea con su esposa. A un costado de estos el invitado más ilustre y tras este el resto de invitados por jerarquías, de tal forma que el más alejado en la mesa era el de menor categoría. Para comer no utilizaban cubiertos, sino las manos y dedos y para partir la carne cada quien utilizaba cuchillos. Tras todos estos estaban los sirvientes, pendientes de cualquier solicitud de los comensales. Al mismo tiempo estaban bardos con sus liras entonando cánticos sobre proezas de los dioses, aventuras de los guerreros o tragedias amorosas.

Diodoro de Sicilia escribió sobre los celtas: “Los bravos guerreros son recompensados con la elección de la mejor porción de carne… invitan a extraños a sus fiestas y, hasta que no se ha concluido la comida, no preguntan quiénes son y qué necesitan. Y es su costumbre incluso en el transcurso de la comida, discutir sobre cualquier asunto trivial para entablar una disputa y desafiarse en combate individual. Sin consideración alguna hacia sus vidas, pues prevalece en ellos la creencia de Pitágoras de que las almas son inmortales y tras un número determinado de años comienzan una nueva vida”. Los banquetes eran un lugar de regocijo social donde mujeres y hombres se emborrachaban, especialmente éstos últimos, terminando en disputas y peleas. En muchas de estas festividades habían duelos públicos entre guerreros para demostrar habilidades de batalla. Muchos de estos combates terminaban en la muerte de uno de los contrincantes; y es que al ser un pueblo guerrero, eran capaces de luchar de manera muy ruda unos contra otros por una mala mirada, un insulto o por el simple placer del combate.

El agasajo por parte de los nobles para organizar estas fiestas era símbolo de prestigio y “liderazgo”; ya que si un caudillo o rey no otorgaba fiestas a sus seguidores éstos le abandonaban para buscar otro señor a quien servir disminuyendo su prestigio. La ostentación de una celebración era símbolo de poder. Costumbre característica entre los celtas era la hospitalidad para con los invitados a una fiesta o celebración pues con esta acción se formaban vínculos y aliados. Por otro lado el rey debía conducir a su pueblo a la armonía y a la victoria frente a su enemigos; de no hacerlo podía ser destituido del trono o eliminado por lo que los banquetes y premios organizados por los reyes servían también como garantía de lealtad. No se descarta que estos caudillos o reyezuelos hayan con su poder eliminados a posibles candidatos o rivales, incluyendo a los mejores guerreros, para garantizar su corona.

El rey celta era considerado un semidios por los pobladores, representando la seguridad, la fuerza y el liderazgo del clan o conjunto de clanes, especialmente en tiempos de guerra. Los hombres libres daban al rey un tributo anual y el rey o jefe a cambio repartía tierras y organizaba banquetes en beneficio de sus súbditos. Los reyes no dictaban las leyes ni ejercían de juez como en otras culturas; ya que los jueces y los dictámenes entre los celtas estaban a cargo de los druidas, al menos en la Galia, Gran Bretaña e Irlanda; ya que en otras regiones celtas eran los reyes quienes ejercían la autoridad misma.

Por lo común los reyes eran elegidos por miembros de la nobleza a razón que éste fuera condescendiente con los nobles. No es de extrañar que en múltiples casos existieran conspiraciones y rivalidades por alcanzar poder lo que provocaba rencillas y disputas por alcanzar el trono. Las recompensas por el valor eran otorgados por los jefes o reyes celtas a sus guerreros compartiendo parte del botín de guerra obtenido, su cantidad estaba medida por los rangos y el valor mostrado en batalla.

Una costumbre temida por los romanos y griegos de los celtas era: “la caza de cabezas”. Los celtas tenían por costumbre entre sus actividades guerreras el cortar las cabezas de sus enemigos muertos en la batalla tomándolas como una especie de trofeos, colgándolas de sus caballos o llevándolas clavadas en sus lanzas.

Una vez en su pueblo, los guerreros celtas embalsamaban las cabezas en aceite con el objetivo de preservarlas. Esta actividad, según historiadores, tenía por costumbre demostrar el valor del guerrero celta al vencer a su contrincante; otros sostienen que los celtas creían que el alma del guerrero oponente estaba alojada en la cabeza, por lo que al coleccionarlas y preservarlas tendrían el control del espíritu de su enemigo, además de esto creían que así obtenían parte de su sabiduría. En algunos clanes celtas la formación de los jóvenes guerreros culminaba en cortar la cabeza de un enemigo y volver con esta a su pueblo, considerando su instrucción militar finalizada y a su vez verdaderos guerreros. Muchas de estas cabezas terminaban empaladas por el cuello en astas o lanzas que presidían la puerta de entrada de las chozas. Algunos guerreros celtas llevaban estas cabezas en sus batallas colgadas de los arneses de sus caballos como símbolo de su valor o como trofeo de guerra. Había guerreros celtas que llevaban cabezas cortados de sus rivales colgadas de sus cinturones. Como características los celtas embalsamaban estas cabezas en orzas de miel o en aceite de cedro.

Al igual que otros pueblos primitivos los celtas creían en una vida ultraterrena donde el alma se vería sometida a ciertas necesidades similares a las que tuvo en vida, por lo que se enterraba el cuerpo del difunto junto con todo aquello que podría necesitar en la «otra vida». Entre sus ritos funerarios los celtas tenían por costumbre enterrar a sus muertos en tumbas excavadas en la tierra acompañados de objetos personales según su estado social u oficio; sin embargo, la mayoría, eran enterrados con armas (lanzas, escudos o espadas) y herramientas. Comúnmente se colocaba también junto al cuerpo jarras conteniendo vino, alimentos en vasijas, ropas para protegerle del frío, además de joyas y adornos como: broches, torques y brazaletes de oro o de bronce, que podría ostentar frente a los dioses. Las tumbas de los nobles o reyes eran más suntuosas. En estas se han llegado a encontrar carros de guerra de cuatro ruedas y objetos de oro como brazaletes, torques, joyas, espejos, muebles, etc. Gran cantidad de armas de guerra han sido encontradas en las tumbas en excavaciones. Muchas tumbas podían ser individuales, especialmente en los casos de la nobleza; pero también habían necrópolis consistentes en áreas de múltiples enterramientos alineados o en círculo.

Una costumbre funeraria era las ofrendas en lagos y ríos, la cual consistía en arrojar al agua espadas y el cráneo de un esqueleto (posiblemente víctimas propiciatorias, esclavos o guerreros caídos en combate). Se cree que esta costumbre tenía un carácter religioso como ofrenda a sus dioses, tanto locales o primarios así como a dioses secundarios. Otra costumbre era dejar el cuerpo muerto de los guerreros más fieros o aquellos que se habían destacado en la batalla, considerados como héroes, colgados de árboles para que los cuervos los comieran. Se desconoce el objetivo de este rito; pero se ha teorizado que se trataba de un ritual para que el guerrero se acercara a los dioses por causa de su valor en combate; ya que el cuervo era considerado como sagrado así como mensajero de los dioses. Los celtas creían en la inmortalidad del alma o reencarnación. Al morir un hombre o una mujer el alma pasaría a “el más allá”, el cual era un inframundo en el que las almas pasaban cierto tiempo y tras varios años o décadas dejaría ese inframundo para renacer en otro cuerpo y al final, tras un ciclo de reencarnaciones, el alma alcanzaría «La Tierra de la Vida», una especie de cielo celta repleto de goces materiales y espirituales.

La Guerra para los Celtas. Los guerreros y las armas celtas.

Los celtas eran conocidos por su aspecto guerrero y su agresividad en el campo de batalla; a pesar que fueron vencidos por los romanos hacia el siglo I a.C. la guerra fue una parte importante de su sociedad, de ahí que todos los hombres celtas debían al menos saber combatir. En el mundo antiguo, conocidos por griegos y romanos, los guerreros celtas fueron caracterizados por su gran estatura, su cabello largo con barba y dilatados bigotes, cuerpos pintados o tatuados y por su afición a cortar cabezas enemigas en la batalla para coleccionarlas, combatiendo a pié, a caballo o en carros celtas de dos ruedas o de cuatro ruedas. Los celtas nunca tuvieron un sentimiento de pertenencia a una raza europea, por lo que los guerreros celtas solo guardaban lealtad a su tribu local o al rey local, que actuaba más como un caudillo o reyezuelo regional, como mucho, con fines bélicos. Mucha de la información acerca de los celtas, y caso especial de sus guerreros, provienen de las descripciones romanas, y aunque son una fuentes de valor informativa, muchas de sus referencias están llenas de: prejuicios y ciertos estereotipos. Estrabón, geógrafo e historiador griego del siglo I a.C., en su obra «Geografía» describió de los guerreros celtas: «toda la raza celta… es locamente aficionada a la guerra, de gran espíritu y rápida en la batalla«. Para el mundo romano los celtas fueron formidables enemigos en el campo de batalla; pero también fueron conocidos como mercenarios entre los ejércitos: púnicos, griegos y romanos.

La guerra para los celtas y sus guerreros era efectuada por diversos motivos: para adquirir riqueza, conseguir poder por medio de conquistas y el sometimiento de tribus, obtener prestigio, capturar tierras y obtener venganza. Muchas de las motivaciones de los guerreros celtas también tuvieron causas económicas: muchas de sus incursiones estaban destinadas al pillaje, capturar ganado y obtener esclavos. Algo que los celtas admiraban en su cultura era el coraje frente a la batalla, a pesar que ésta estuviera perdida para ellos; por lo que el valor era muy importante. El uso de un arma como la lanza o la espada era sinónimo de un “hombre libre” en la cultura celta, reflejado por lo tanto en una cultura bélica. Para las clases altas el uso de las armas estaba acompañado de la ostentación, por lo que sus armas, como las espadas, estaban talladas y decoradas con elegantes diseños.

Entre los celtas existían costumbres guerreras donde algunas tribus erizaban sus cabellos previo a una batalla lavándolos con agua con arcilla para obtener una imagen feroz ante el enemigo. Los celtas en Britania tenían por costumbre usar tatuajes de motivos abstractos. Los celtas Pictos (en Escocia) tenían la costumbre de pintar sus rostros y cuerpos de un tinte color azul llamado Glasto para la batalla. Entre otras costumbres, según las fuentes romanas, algunos guerreros celtas entraban con el torso desnudo en la contienda y otros completamente desnudos al campo de batalla portando únicamente sus armas; fueron llamados por los romanos como: Gaestae; y se desconoce tal condición de lucha; aunque se teoriza muy probablemente por motivos religiosos o por demostrar que no temían a la muerte al recibir golpes o heridas de las armas enemigas. Los celtas nunca tuvieron una unidad política ni militar centralizada, por lo que no tenían ejércitos permanentes. Solo en la época del líder galo Vercingetórix hacia el siglo I a.C. se logró la formación de un grupo de guerreros formando un contingente de guerra especializado.

Cuando ocurrían contiendas los guerreros celtas se reunían previamente para la batalla. En ocasiones un consejo dirigido por el jefe o caudillo junto a los druidas elegían los mejores y más aptos guerreros para una misión de lucha o ataque; no obstante, en situaciones donde la seguridad de toda la aldea o región estaba comprometida todos los miembros de la tribu o el conjunto de tribus se convertían en guerreros, por lo que todos marchaban a la guerra.

La lucha de un clan o clanes era de todos contra todos; aunque los caudillos o reyes dirigían las huestes, no había una disciplina generalizada y, aunque se agrupaban en tribus frente a un ejército enemigo, las filas del contingente celta, por lo general, atacaban a su aire o en desbandada a diferencia de ejércitos como las Legiones romanas que formaban líneas de batalla de forma organizada y disciplinada. Por lo común los celtas arrojaban primero al ejército enemigo lanzas arrojadizas, luego atacaban con lanzas cortas o largas y espadas sobre las filas enemigas en colisión. Este tipo de táctica demostró la debilidad estratégica del ataque de los celtas frente a ejércitos con formaciones militares organizadas. Las luchas cuerpo a cuerpo acontecían por lo común con batallas entre tribus pequeñas. Los jefes celtas iban a caballo o en sus carros de guerra tirados por caballos (especialmente en el período de La Tène donde los carros eran de dos ruedas siendo más ligeros). Estos carros de guerra, para los celtas, al final resultaron ser poco prácticos para la batalla, quedando reducidos a signos de distinción de los jefes tribales. Ocasionalmente cuando ejércitos de celtas se colocaban frente a un ejército enemigo podían provocar un combate individual, donde el mejor guerrero del clan se enfrentaba al mejor guerrero oponente en un duelo marcial para demostrar habilidades y, si derrotaban a su contrincante, podían causar baja autoestima en el ejército enemigo.

Entre otras tácticas utilizadas estaban las tribales que consistían en los ataques rápidos y sorpresivos donde los celtas realizaban incursiones relámpago contra sus enemigos, por lo cómún, combates y emboscadas en bosques y montañas, aprovechando su movilidad y conocimiento del terreno. El mismo Julio César describió de los guerreros celtas: «Son difíciles adversarios dotados del físico de un buen guerrero. Poseen la estatura, la fuerza y el vigor. Luchan con nervio, coraje y orgullo, con una extraña alegría feroz, combatiendo con cierta galantería; pero sin astucia, incluso con cierta ingenuidad». El general romano, en esta frase, elogia el valor y la fortaleza de los celtas; pero resalta su carencia de estrategia militar, situación que socavaría el poder de los celtas. La guerra para los celtas era una acción más en sus vidas y debido a la influencia de los druidas consideraban que morir en batalla era una especie de «bendición» de los dioses por su valor y que presentar batalla se convertía en una «satisfacción» para los mismos.

El adiestramiento de los guerreros inicia con la práctica del uso de la espada, la lanza y el escudo desde niños. Parte de este adiestramiento se daba por medio de las prácticas de casería, las batallas ocasionales entre tribus celtas y los torneos durante los festivales. Estos últimos terminaban en ciertas ocasiones en verdaderas batallas campales entre numerosos guerreros e inclusive entre todos los miembros de la tribu. Otras formas de adiestramiento incluían las carreras de caballo y las de carros de combate. En este tiempo los carros celtas de combate eran tirados por ponis, generalmente con un conductor quien tiraba las riendas de los caballos y a su lado un guerrero noble quien arrojaba lanzas al enemigo. Estos carros celtas atacaban de frente golpeando y colisionando las filas enemigas; inmediatamente el celta que arrojaba las lanzas saltaba del carruaje para luchar mano a mano con sus contrincantes mientras el conductor giraba el carruaje para su retirada; luego, el celta que había arrojado las lanzas a abordaba de nuevo el carruaje para retirarse y preparar una segunda colisión.

Hacia el siglo III a.C. los galos comenzaron a utilizar grandes caballos, dando forma a la caballería que sustituyó las formaciones de los carruajes de combate. Estos jinetes comenzaron a utilizar cascos y la «cota de malla» como invento celta que luego sería copiado por los romanos; no obstante solo en casos excepcionales, por lo común entre la nobleza, pues la confección de una cota de malla tenía un costo elevado. Los estribos para los jinetes serían incorporados en época romana posterior.

Todos los guerreros costeaban su propio equipo militar, ya sea escudo, espada o lanza. Generalmente los galos no usaban cascos ni coraza, los cuales estaban reservados para los nobles o los guerreros que pudieran comprar dicho material de guerra. Algunos guerreros portaban joyas como torques y brazaletes. Los guerreros celtas contaban con un alta estima en la sociedad celta, especialmente por el valor y la destreza que demostraban en batalla. Las armas como lanzas, escudos o espadas estaban decorados en las clases celtas altas entre nobles y reyes debido a su costo con piezas de plata o marfil. Los carros y caballos eran para los que económicamente podían permitírselo.

Las armas principales de los celtas eran la lanza y la espada larga. Sin embargo, esta última por su costo y dificultad de la elaboración estaban reservadas también por miembros de la nobleza. Algunas tribus utilizaban como coraza un escudo plano y redondo, otros eran ovalados y otros de forma rectangular con bordes redondeados; éste último sería copiado posteriormente por los romanos por su practicidad. Previo al combate algunos guerreros iniciaban danzas para retar al ejército enemigo y buscar combate singulares entre algún oponente del otro bando. En otras ocasiones el ejército celta hacía entrechocar sus armas, escudos con espadas o lanzas, mientras hacían sonar sus cuernos de guerra llamados: Cornyx como objetivo de amedrentar al enemigo.

Las espadas de los celtas eran de hierro, usaban también jabalinas, arcos y flechas; aunque estos últimos no eran usuales. El contingente celta se lanzaba a la batalla con valor denodado y arrojo increíble emitiendo gritos para demostrar valor y desatar toda su fuerza en el combate con aire enfebrecido de lucha, confiando más en la fortaleza de sus músculos; por lo que este modo de combatir era digno de admiración y peligroso para sus enemigos, pero también carente de táctica militar, estrategia, disciplina y dirección unitaria; lo que al final frente a las organizadas tropas de Roma, junto a la carencia de unidad nacional celta, les costaría el sometimiento frente a los romanos.

Estrabon, en su obra «Geografía» describe de los celtas: “El armamento [de los celtas] está en consonancia con su elevada estatura: una gran espada suspendida del costado derecho, un escudo oblongo de grandes dimensiones, largas picas y la «madari», que es una especie de jabalina. Disponen también de un arma arrojadiza parecida al «pilum» que lanzan sin propulsar y que va más lejos incluso que una flecha, de la que se sirven en concreto para la caza (…)«.

Las espadas celtas en un inicio eran cortas, entre 55 cms. y 65 cms. de longitud. Comúnmente era Espadas tipo «Antenna» entre los siglos VIII–V a.C. con pomos con forma de antenas curvas y hojas rectas de doble filo diseñadas para cortar. Posteriormente los herreros celtas aumentaron su tamaño a 65 cms., 70 cms y hasta los 80 cms. siendo las Espadas de La Tène, entre los siglos V–I a.C. más largas, flexibles y adaptadas para el combate a pie o desde carros de combates celtas. La mayoría de las espadas largas de los celtas provienen del final del período de La Tène. Hacia el siglo I a.C. la espada celta medía 90 cms de longitud y eran utilizadas para cortes. Las espadas de los celtas podían estar decoradas entre los mejores guerreros al igual que las vainas; estas últimas con líneas geométricas en espiral o circulares; lo que indicaba su estado social. Cortar y acuchillar eran las principales funciones de la espada. Las empuñaduras eran a menudo de madera o metal, con diseños ornamentales.

En las campañas militares, los celtas que podían permitírselo, utilizaban yelmos de cuero en la cabeza. Los caudillos y nobles podían utilizar yelmos de cobre o metálicos. Algunos de estos yelmos eran de bronce decorados con dos protuberancias a cada lado simulando dos cuernos, ejemplo característico es el «casco del Támesis» o «Casco de Waterloo». Este casco fue hallado en excavaciones arqueológicas en 1868 d.C. en el río Támesis junto al Puente de Waterloo de Londres datado del período de La Tène entre el 150 a.C. y el 50 a.C. Según historiadores estos cascos, poco prácticos para la batalla, tenían por objetivo el brindar un aspecto de fiereza al guerrero. No se descarta que este tipo de cascos hayan sido utilizados con fines religiosos o ceremoniales.

Otros cascos célticos hechos de metal tenían forma de gorro provistos de una visera corta por de­lante junto a un protector para la nuca en su parte poste­rior y a cada lado una pieza protectora para las orejas. Este tipo de casco sería copiado por los romanos posteriormente. Los cascos celtas por lo general estaban fabricados de los materiales de bronce o hierro, con algunos modelos reforzados con cuero. Los diseños más comunes fueron: Cascos tipo «Berru» (siglo V a.C.): Con forma cónica y un botón superior moldeado, los Cascos tipo «Böckweiler» (siglo V a.C.) que eran más simples, sin protección para las mejillas y estaban también los Cascos de La Tène (siglos IV-I a.C.) que eran más sofisticados, con carrilleras móviles y guardanucas.

Los escudos celtas eran fundamentales en el combate y su manipulación requería destreza siendo parte además de la identidad cultural de los guerreros. Los escudos celtas por lo general estaban fabricados en madera y estar reforzados con cuero y metal. Algunos tenían un umbo central de hierro o bronce para desviar golpes o para proyectarlos. Su uso en combate radicaba como defensa ante los golpes de las armas enemigas; por lo que debían ser ligeros pero a la vez resistentes, diseñados para maniobras rápidas y una protección efectiva en batalla. Muchos escudos celtas presentaban imágenes geométricas, con espirales y también con símbolos celtas, a menudo pintados o grabados en metal. En sus inicios eran ovalados y rectangulares de madera en la Edad del Hierro temprana; evolucionando a tener orillas metálicas. Los escudos de La Tène, entre el siglo V-I a.C. fueron curvados contando con decoraciones intrincadas. En las tribus celtas de la Galia utilizaron escudos ovales decorados. Por lo general los tamaños de los escudos celtas oscilaban entre los 55 cms. de ancho con 155 cms. de largo aproximadamente.

Las lanzas fueron el arma más común, especialmente entre los celtas de infantería. Las lanzas celtas eran armas fundamentales para el combate y la caza. Por lo general en su fabricación la hoja de la lanza solía ser de hierro; el asta estaba hecha de madera resistente, regularmente de fresno o avellano. Existieron tres tipos de lanzas conocidas: las Lanzas de La Tène, utilizadas entre los siglos V-I a.C., caracterizadas por ser de puntas largas y estrechas, estaba diseñada para perforar armaduras y ser usada en combate cuerpo a cuerpo. Otras fueron: la Lanzas de combate, siendo más cortas y equilibradas para el uso en cuerpo a cuerpo o combate cerrado. Luego estaban las Lanzas Arrojadizas: las cuáles eran especies de jabalinas, más ligeras y fueron elaboradas para ser lanzadas a distancia en los combates entre ejércitos.

La lanza de La Tène tenía su medición: su hoja podía medir entre 30 y 50 cm, mientras que el asta oscilaba en tamaño entre los 1.8 a 2.2 metros. Lanza de combate celta era más corta pero equilibrada, con una hoja de 20 a 40 cm y su asta tenía una longitud aproximada de 1.5 a 1.8 metros; por lo que para muchos guerreros celtas resultaba útil en maniobras rápidas en la batalla. La lanza arrojadiza estaba diseñada para ser lanzada al enemigo, por lo que era ligera, y constaba de una hoja de 15 a 30 cm y un asta de 1.2 a 1.5 metros.

Los celtas también utilizaron otras arma como las hachas de guerra; que eran similares a las hachas usuales para los trabajos de granja. Estaban forjadas de hierro o bronce de una sola hoja, con empuñaduras de madera resistente de fresno o roble. Eran efectivas para romper escudos y fueron utilizadas en combate cuerpo a cuerpo. Sin embargo, aunque algunos guerreros celtas las utilizaron como arma de guerra, no era lo usual; puesto que la mayoría utilizaban las lanzas y espadas.

También los guerreros celtas utilizaban arcos y flechas, tanto para la cacería como para la guerra; aunque al igual que las hachas no eran su arma principal en combate. Los arcos estaban fabricados de madera flexible de tejo o fresno. Podían ser arcos largos, muy similares a los longbows, y eran usados para disparos a larga distancia. Los otros era arcos cortos, utilizados para un combate cercano. Las cuerdas de los arcos eran hechas de fibras naturales; aunque también se hacían de cuero o tendones de animales. Las flechas tenían puntas de hierro o de bronce con astas de madera.

Los celtas utilizaron corazas para las batallas, inicialmente eran placas pectorales de bronce en el torso; pero hacia el siglo IV a.C. los nobles comenzaron a utilizar la cota de malla construida a base de anillos de hierro y la cual sería copiada por los romanos que la llamaron: lorica hamata. Los celtas por lo tanto fueron de los primeros en desarrollar y utilizar cotas de malla. El material utilizado en su fabricación eran anillos de hierro o bronce de 6 mm. de diámetro entrelazados en un patrón 4 en 1, lo que le le permitía flexibilidad de movimiento y resistencia a los golpes; aunque no de forma ilimitada. Ofrecía una protección de defensa contra los cortes; aunque su efectividad se reducía contra impactos contundentes como las puntas de flechas. Su peso podía oscilar entre los 10 y 15 kg, distribuyéndose principalmente sobre los hombros.

Guerreros celtas reconocidos por las crónicas fueron: Brennus o Breno (390 a.C.), caudillo galo que lideró un ataque contra la ciudad de Roma en el año 387 a.C. (según otra fuentes en el 390 a.C.); Breno, nombre de otro caudillo galo que dirigió una confederación de tribus celtas invadiendo Grecia y Macedonia en el siglo III a.C. derrotando con su contingente a un ejército griego en la Batalla de Termópilas en el año 279 a.C.; Vercingetórix (82-46 a.C.), líder galo que reunió bajo su mando a un gran número de tribus galas contra la invasión romana dirigida por Julio César en el siglo I a.C.; Ambiorix (c. 54 o 53 a.C.), líder galo que lideró un contingente de guerreros celtas y combatió contra las legiones romanas dirigidas por Julio César llegando a destruir una legión romana entera. Aunque las mujeres guerreras celtas son poco mencionadas en las crónicas romanas, lo cierto es que existieron mujeres celtas que ocasionalmente participaban en las batallas; sin embargo, no era una norma. Entre las crónicas se menciona a la reina Boudica (26 d.C.-62 d.C.), mujer celta de Britania, quien dirigió un levantamiento de las tribus celtas contra la ocupación romana en el año 60 d.C. En la mitología celta, especialmente en Britania e Irlanda, existieron numerosas diosas de carácter guerrero; algunas de ellas llegaron a formar triadas de diosas importantes; por lo que se especula que tales mitos tuvieron una base real con la presencia habitual de mujeres guerreras entre los celtas.

Los celtas participaron en varias guerras importantes a lo largo de la historia, enfrentándose a romanos, griegos y otros pueblos. Algunas de las más destacadas incluyen: «Las guerras celtibéricas» (181-133 a.C.) una serie de conflictos entre los celtíberos de la península ibérica y Roma, destacándose: la Primera Guerra Celtibérica entre 181-179 a.C., la Segunda Guerra Celtibérica entre 154-151 a.C. y la Guerra de Numancia 143-133 a.C., en la que los celtíberos resistieron tenazmente el avance romano; «La Invasión Celta de Grecia» en el año 279 a.C.) con un contingente celta dirigidos por el líder Brennus, donde los celtas invadieron Grecia y saquearon Delfos, aunque al final fueron derrotados; «Las Guerras Galas», entre el 58 y 50 a.C., donde Julio César lideró la conquista de la Galia enfrentándose a numerosas tribus celtas y contra Vercingétorix, líder de la resistencia gala, siendo derrotado junto a todas las fuerzas celtas en la Batalla de Alesia en el año 52 a.C; «La rebelión de la reina celta Boudica» y su tribu de los Icenos entre los años 60 y 61 d.C., donde lideraron una revuelta contra la ocupación romana en Britania, logrando victorias iniciales antes de ser derrotados.

Para ciertos grupos de guerreros celtas o «caballeros» la guerra tenía un fin sagrado llegando a formar «hermandades», como caso especial entre los celtíberos o las tribus Fianna de Irlanda. Estas «sociedades guerreras», como grupos de élite de guerreros, formaron ciertos códigos de honor, tenían una vida fuera de la sociedad convencional siendo guerreros semi-independientes de los reyes celtas y dedicarse exclusivamente al ejercicio de las armas adquiriendo destrezas militares en combate con un entrenamiento especializado. Estos guerreros vivían en los bosques como cazadores, se entrenaban en habilidades de supervivencia en bosques y montañas, combate cuerpo a cuerpo, entrenamiento con todo tipo de armas, aprender estrategias de guerra, además de seguir un código de honor basado en la valentía y la lealtad al grupo. Sin embargo su estilo de organización variaba según la región y el período de tiempo de la historia celta. Se cree que contaban con ritos de iniciación teniendo por objetivo probar el valor del guerrero, como el cortar las cabezas de sus enemigos o cortar partes del cuerpo de los guerreros prisioneros. El líder de estos grupos debía ser no necesariamente el más fuerte; pero sí el más experimentado en batalla y el que demostrara mejor liderazgo. Un número considerable de estos grupos de hermandades de guerreros celtas terminaban como protectores contratados por caudillos o reyes, por lo que en la práctica terminaban como mercenarios para: griegos, cartagineses, romanos y los mismo celtas. Se sabe que los celtíberos practicaban: la «devotio«, que consistía en juramento de fidelidad a un líder celta donde lucharían por él hasta la muerte generando vínculos de lealtad.

La metalurgia entre los Celtas. Técnicas de herrería.

Los herreros celtas desarrollaron sofisticadas técnicas para trabajar el hierro, utilizando conocimientos prácticos metalúrgicos aprendidos con el paso del tiempo, permitiéndoles fabricar armas, herramientas y adornos de hierro de gran calidad. La fundición del hierro en la herrería celta era el proceso de transformar el mineral en un metal utilizable. Iniciaba con la extracción del mineral, la cuál consistía en: transportar la veta del metal, es decir: la masa rocosa metalífera extraída de las minas de las montañas y territorios rocosos, hacia los talleres metalúrgicos donde comenzaba el refinamiento. Este último consistía en preparar el mineral triturándolo (generalmente con golpes de martillo) y limpiándolo para eliminar piedras y materia orgánica en su veta.

Posteriormente los herreros celtas proseguían con el siguiente paso que era la forja, donde empleaban la fragua, es decir, hornos de fundición de tipo «bloomery» con fuego en su interior. Estos hornos Bloomery se fabricaban con piedra, barro y adobe, tenían formas de estructuras cilíndricas o cónicas y contaban con una abertura en la base que permitía introducir la veta de hierro a trabajar y extraer la masa de hierro resultante de la fundición. En este tipo de hornos los herreros celtas introducían la veta del metal junto con carbón vegetal para generar fuego en su interior. El carbón vegetal es un excelente combustible que proporciona temperaturas de 1,100°C a 1,200°C, ideales para la fundición del hierro.

La veta del mineral de hierro en su estado puro contiene óxidos de hierro (como el: Fe₂O₃ o el Fe₃O₄) que deben ser separados del oxígeno. Al calentar la veta de hierro con el fuego generado por la combustión del carbón vegetal, se produce el compuesto de: carbono, que se desprende del carbón. El carbono a su vez separa el oxígeno del hierro formando monóxido de carbono (CO), dejando de tal forma el hierro sin el oxígeno, lo que convierte al hierro en su estado puro, ideal para trabajarlo, eliminando las impurezas que podía contener en la veta del mineral. Sin embargo, al mismo tiempo, parte del carbono desprendido del carbón vegetal, era absorbido en la estructura del hierro fundido a través del fuego al interior del horno, lo que proporcionaba al hierro mayor dureza y resistencia en su mezcla con el carbono. Dependiendo de la cantidad de carbono absorbido por el hierro del carbón vegetal en el proceso de la fundición, los herreros celtas podían obtener hierro más flexible o más rígido y resistente.

Para este proceso de fundición, separar el hierro del oxígeno y mezclar el carbono con el hierro, las temperaturas dentro del horno debían ser cercanas a los 1,200°C, lo suficiente para fundir el hierro parcialmente. Se avivaba el fuego de la fragua soplando aire al horno mediante fuelles de piel y madera que inyectaba aire y mantenían las temperaturas constantes o elevadas. En este proceso dentro del horno los herreros celtas conseguían extraer como producto final: una masa porosa y esponjosa de hierro llamada: «Bloom», mezclada con la “escoria”. La escoria eran los residuos producto del proceso de fundición del hierro. Los herreros celtas utilizaban este desecho para evaluar la calidad del metal obtenido por medio de la fundición. Estas escorias estaban compuestas de impurezas como: sílice, óxidos y restos de carbón, que se separaban del hierro durante la fundición de la veta en el fuego al interior del horno.

Si una fundición de hierro al interior del horno producía una masa «Bloom» con gran cantidad de escoria, significaba que el mineral de hierro contenía muchas impurezas, por lo que su calidad (dureza, resistencia, templado, flexibilidad) era reducida. Sin embargo, una menor cantidad de escoria, era indicativo que el hierro era más puro y útil para fabricar armas y herramientas resistentes. Los herreros celtas también golpeaban la escoria con martillos; si ésta se rompía con facilidad, era señal que el proceso de fundición (separación del hierro y la escoria) había sido exitoso y que el hierro era de excelente calidad; pero si la escoria era demasiado resistente a los golpes, indicaba que parte del metal había quedado atrapado en las impurezas y no se había separado de forma correcta. Los herreros celtas sacaban el Bloom o metal fundido del horno repleto de escoria. Para separar la escoria del metal los herreros celtas daban sucesivos golpes de martillo al Bloom sobre un yunque a medida que el metal se trabajaba con el objetivo de desprender la escoria y obtener así el hierro forjado. Al mismo tiempo, por medio de los golpes del martillo, compactaban el hierro y mejoraban la densidad del metal haciéndolo más resistente.

Los celtas posteriormente mejoraban este hierro resultante mediante dos procesos: «El proceso del temple» y el «proceso de soldadura por martilleo o ensamblaje». El «proceso de temple» consistía en que: el herrero celta cogía la pieza de hierro resultante de la fundición para calentar la pieza dentro del horno nuevamente hasta alcanzar el punto crítico de temperatura. En este punto de calentamiento los herreros celtas tenían cuidado que un hierro demasiado caliente podía volverse quebradizo, mientras que un calentamiento insuficiente no permitía la dureza adecuada.

Una vez alcanzada la temperatura ideal, los herreros retiraban la pieza de hierro de la fragua y realizaban el enfriamiento rápido, sumergiendo la pieza de metal inmediatamente en agua en un balde o artesa para enfriarla de forma repentina y lograr de esta forma una mayor dureza del metal. Esta dureza por causa del enfriamiento súbito del agua se debía que al sumergir el hierro caliente en el líquido, el enfriamiento ocurría de manera brusca, reduciendo la alta temperatura en segundos provocando la transformación interna del hierro en una microestructura conocida como “martensita”, la cuál es un conjunto de cristales de hierro más pequeños y compactos. Esta microestructura de cristales de hierro compactados aumentaba la dureza y resistencia del metal, mejorando de tal forma la capacidad de corte en armas como espadas y dagas, y debido a que el metal adquiría una mayor dureza, resultaba adecuado para armas y herramientas de alta calidad, resistentes a impactos y al desgaste.

En el caso de la «Soldadura y ensamblaje», también conocida como: «soldadura por martilleo»: los herreros celtas calentaban dos piezas de hierro al interior de la fragua y ambas eran retiradas en un punto crítico de temperatura elevada en el metal. Fuera del horno eran unidas por medio de golpes del martillo sobre el yunque, sin necesidad de algún material adhesivo que las fusionara. Este proceso tenía por objetivo combinar diferentes calidades de hierro en armas y armaduras para lograr una mejor distribución del peso y aumentar la resistencia en el metal. En técnicas más avanzadas los herreros celtas practicaban en la fabricación de espadas el «Hierro laminado», donde superponían capas de hierro al metal durante la forja para mejorar la flexibilidad y el filo. También endurecían el hierro por la «Carburización»; técnica que consistía en sumergir el metal durante largas horas en el carbón vegetal para aumentar su contenido de carbono y aumentar su resistencia.

Posteriormente, de forma opcional, los herreros empleaban decoraciones y grabados en el metal de una espada. Se utilizaba la «técnica de Repujado», en la que el hierro era martillado para crear relieves de figuras geométricas o el «Damasquinado» que consistía en la incorporación de filamentos de metales preciosos donde el metal eran combinado con el oro o la plata incrustados, dando a la espada un detalle ornamental. Estos procesos permitieron a los celtas producir algunas de las armas más sofisticadas de su época, incluyendo sus famosas espadas largas de La Tène y sus torques de hierro con incrustaciones.

Las Festividades celtas.

Los celtas no utilizaban el calendario Juliano y el Gregoriano para la medición del tiempo anual. Ellos calculaban el tiempo contando las noches según los períodos lunares. Los celtas tenían un año lunar de aproximadamente 13 meses, según las fases de la luna, y a cada mes del año lunar le asignaban como símbolo un árbol al que consideraban sagrado. Este período lunar mensual estaba dividido a su vez en 30 días nocturnos que hacían un mes celta. El mes se dividía en dos períodos de quince noches del cuarto creciente lunar y quince noches del cuarto menguante lunar para el total de 30 noches lunares. La luna brillante o cuarto creciente era propicio para los ritos de los druidas, mientras que el cuarto menguante era de malas perspectivas. Muchos druidas y celtas evitaban realizar actividades religiosas o guerreras este tiempo a menos que fuese necesario. Debido a que también llevaban su propio calendario solar, ajustaban a su calendario lunar intercalando a este último un mes de 30 días alternativamente cada dos años y medio o cada tres años.

El año celta al mismo tiempo estaba dividido en cuatro estaciones: Invierno, primavera, verano y otoño. Cada una de éstas estaciones estaba precedido en su inicio por un período festivo. Los celtas celebraban por lo tanto cuatro festividades de gran importancia cada año como antesala a las cuatro estaciones conocidas. Los celtas no tenían fechas específicas para celebrarlas (porque no usaban el calendario juliano y gregoriano) y su marco de celebración estaba regido por los ciclos lunares junto a los solsticios y equinoccios del año solar. El período de celebración de las festividades no era un solo día, sino que podía durar desde tres días de festejos hasta una semana o más, y al estar regulados por los cambios de estación acordes a los ciclos lunares y los solsticios y equinoccios, eran celebrados en fechas distintas según se compare con el calendario moderno.

Estas festividades marcaban los períodos de siembre y cosecha y además servían para el encuentro entre clanes y la confirmación de lazos tribales. Estos festejos estaban ligados a los cambios de estación con un componente político y uno religioso. Las fiestas celtas, si bien era una participación de toda la comunidad, estaba organizada por los jefes locales, los druidas y la nobleza. Generalmente los celtas los celebraban con banquetes, torneos y juegos; los druidas en cambio se dedicaban a sus ceremonias honrando a sus dioses, lo cuál variaba desde ofrendas, oraciones y sacrificios que podían ser de animales o humanos. Algunas de estos ritos también podían realizarse frente a la población como actos ceremoniales de inauguración. Estos cuatro festivales en concordancia con las cuatro estaciones eran: Imbolc, Beltane, Lughnasa y Samhain.

Imbolc.

La primera gran festividad celta era Imbolc. Estaba relacionado con el fin del invierno y el inicio de la primavera. En estas fechas acontecía el nacimiento de los corderos y las ovejas producían leche relacionado con el inicio de la primavera; aunque en la práctica acontecía el parto de las ovejas acontecía una o dos semanas después de la celebración; por lo que los celtas lo relacionaron a un carácter femenino materno orientado a la lactancia. En Irlanda estaba dedicado a la diosa Brigit o Brigid, deidad femenina de los partos, por lo que tenía un claro componente alusivo a la fertilidad. Esta festividad era celebrada entre el solsticio de invierno y el equinoccio de verano; por lo que podía celebrarse las primeras semanas del mes de febrero actual. Poco o nada se sabe de los rituales o ceremonias de esta festividad.

Beltain o Beltane.

La segunda gran festividad o Beltain, celebrada a mediados de mayo como el final absoluto del invierno y la llegada del verano. Los celtas celebraban este tiempo encendiendo hogueras como representación del símbolo de la luz y el contacto del calor del sol. Se ha asociado tal fiesta con la deidad celta del dios: Belenos o Beltain, dios relacionado con la luz y la purificación.

Una forma de celebración era encender hogueras toda la noche en los campos y en lugares elevados como colinas y montañas en honor al dios Belenos. Estas fogatas también eran una forma de purificación del ganado; el cuál se hacía pasar entre dos hogueras como símbolo de purificación y obtención de la fertilidad para los animales; posteriormente eran llevarlos a pastar en campos o montañas debido a la disminución del frío y aumento de la temperatura de la época de celebración. También se ejecutaban ritos de fertilidad donde se honraba la unión entre el dios Beltane con una «diosa madre», simbolizando la integración del hombre y la mujer. En este tiempo festivo los celtas adornaban las casas con flores y ramas, como símbolo de fertilidad de la naturaleza. Por las noches los pueblos realizaban banquetes y bailes alrededor de las hogueras entre toda la comunidad.

Lughnasa.

Celebrada a mediados de agosto según la actividad lunar era la tercera gran festividad. Corresponde al período de la recolección de la cosecha para prepararla para el próximo invierno y como final de la época agrícola del año. Esta festividad estaba asociada al dios celta: Lugh y sus esposas, de ahí su nombre Lughnasa o Lughnasadh: «las Bodas de Lugh». El dios Lugh tenía cuatro esposas conocidas: Echtach, Englec, Nás y Buí. Se creía que con los ritos y la celebración el dios aparecía con sus cuatro esposas en este festival para bendecir las cosechas recolectadas.

Durante esta fiesta por lo tanto se concertaban matrimonios entre los hombres y mujeres celtas en honor a Lugh. Al mismo tiempo los celtas se reunían en este festival en honor al dios para organizar torneos de lucha y combates junto con otras actividades deportivas, así como duelos de habilidades y destrezas. También había carreras de carruajes y caballos, ventas de artesanías con grandes ferias comerciales, competencias entre los bardos. Se celebraban juicios entre los pobladores liderados por los druidas como jueces, cuyos dictámenes los pobladores debían obedecer.

Samhain.

Último gran festival de los celtas celebrado a mediados del mes de noviembre, coincidiendo con la primera luna llena invernal, cuyo simbolismo era el fin del verano y el inicio del invierno. En esta época se reunía el ganado y se recluía en los rediles de los hogares celtas cuyo fin era para alimentarse de ellos durante el invierno. Por lo común era celebrado con banquetes nocturnos donde los clanes se reunían en masa para comer y beber en abundancia como forma de despedida del verano y donde se narraban hechos del pasado. Los celtas creían además que en esta fecha el velo entre el mundo de los vivos y los muertos se rompía, por lo que los fallecidos podían emerger de sus tumbas o desde el «otro mundo» y retornar a sus hogares y visitar a sus parientes o rondar por el mundo de los vivos. Se ha especulado que en los banquetes o en las casas de cada familia celta por la noche se servían platos de comida y bebidas que nadie tocaba pues eran ofrendas para los muertos, además de encender hogueras nocturnas para guiar a los espíritus de los fallecidos. En esta fecha los druidas se dedicaban a rituales nocturnos; se teoriza que estos radicaban en el sacrificio de animales o de personas para la adivinación del futuro o el contacto con los muertos o los dioses. Según algunos historiadores este festival estaba dedicado al dios Dagda y a la diosa Morrigan.

Los Druidas. Los sacerdotes celtas de los árboles.

Los celtas contaban con hombres dedicados a realizar los diferentes ritos de culto a los dioses. Estos sacerdotes eran conocidos como: Druidas. (Drui en irlandés; Derwydd en galés).

La imagen actual de estos sacerdotes ha sido deformada debido a que su sabiduría o sus dogmas se han perdido y las evidencias arqueológicas de estos personajes son escasas. Las únicas fuentes exclusivas son las orales en forma de leyendas y mitos, así como las referencias escritas por los romanos y griegos según su visión sobre la cultura celta, las cuales están cargadas de ciertos prejuicios. Además, las verdaderas tareas de los druidas han sido deformadas y oscurecidas por mitos románticos, idílicos y ciertas ideas modernas que rayan en lo fantástico.

Se ha teorizado que los druidas estuvieron radicados solo entre los celtas de la Galia, Gran Bretaña e Irlanda. Entre los celtas de la península ibérica y los celtas de Europa central, se ha supuesto, no existieron druidas, ocupando su sitio en estas regiones los Vates, especies de shamanes, similares en ciertos aspectos a los druidas; aunque más enfocados en los aspectos de la adivinación y curación.

La relevancia de los druidas en la sociedad celta fue grande; ya que estos no solo desempeñaron una enorme influencia religiosa entre los celtas, sino que ejercieron una enorme influjo político sobre los clanes. Los druidas eran estimados entre los celtas al grado de respetarlos y temerles. Entre sus funciones estaban el de ser jueces, adivinos, astrónomos y representantes de los dioses; ser depositarios de los saberes del clan y además de ser confidentes y consejeros de los reyes y caudillos locales.

La palabra druida proviene del nombre dado al roble: Dervo en galo, daur en irlandés, derw en galés; traduciéndose «druida» como: “hombre del roble” o “sabio del roble”. Esto por causa que el roble era el árbol que identificaba a los druidas y donde generalmente, bajo sus ramas, realizaban sus ceremonias y rituales. Otra teoría postula que la palabra druida proviene del vocablo: Dryadas, el cual significa «sacerdote de las encinas» debido a que este árbol también estaba asociado a los rituales druídicos. Una hipótesis más sugiere la palabra dru-vit o dru-vid, donde dru sería «sabio» y vit o vid «vidente» significando «sabio que ve».

Julio César, conquistador de las Galias, durante la guerra de conquista romana de las tribus celtas en Francia, Bélgica y parte de Holanda hacia el siglo I a.C. describe en su obra personal escrita en latín: Commentarii de bello Gallico o De bello Gallico, “Comentarios sobre la guerra de las Galias”, acerca de los druidas: «Se les llama así porque viven en los claros de los bosques y es allí donde imparten sus enseñanzas y ejercen sus funciones judiciales y la medicina».

La mayoría de los druidas eran hombres de 30 años. Esto debido a que el promedio de esperanza vida de hombres y mujeres de la antigüedad era entre los 35 a 45 años (lo cual no quiere decir que no hubieran ancianos). Por lo que alguien 30 años de edad era considerado como una persona con experiencia o madurez mental. El proceso de instrucción de un druida comenzaba desde niño y terminaba hacia la edad adulta de 25 años aproximadamente. Por lo común los druidas provenían de las familias de los nobles, aunque no era la regla, por lo que formaron una casta sacerdotal predominante. Además, el cargo de druida era hereditario; aunque podía haber excepciones.

Entre sus funciones más preciadas estaban el determinar la época de siembra y cosecha, la época propicia del apareamiento de animales de granja y presidir las ceremonias y festividades anuales que marcaban las estaciones, además de realizar los sacrificios de animales y de seres humanos para establecer contactos con los dioses, lo que les daba prestigio. A diferencia de otros sacerdocios los druidas no llevaban vidas ascéticas pues podían tener esposas, hijos y estaban exentos del servicio militar. Sin embargo, en la práctica, es posible que supieran manejar algún arma, habiendo aprendido su uso desde su juventud dado el ambiente guerrero indispensable entre los celtas. Entre otras facetas los druidas eran maestros de los novicios a convertirse en druidas así como de los niños que debían escuchar las historias de los dioses y las tradiciones.

Los druidas no conservaban su conocimiento en escritos (papiros, rollos, tablillas, etc.), sino que su saber y método de enseñanza a otros debía ser obligatoriamente memorizado y transmitido oralmente de generación en generación, completado con habilidades prácticas; por lo que las formas de escritura, el menos en el área del conocimiento druídico, estaban totalmente prohibidas por los druidas. Sin embargo, Julio César, en su conquista de la Galia, describe que los celtas, al menos los galos, sabían leer y escribir, siendo la tribu de los celtas Helvecios los que tenían un censo escrito y confirma que los druidas prohibían el uso de toda escritura.
Julio César, durante la guerra de conquista romana de las tribus celtas en el siglo I a.C. describe en su obra personal Comentarios sobre la guerra de las Galias”, acerca de los druidas: “Los druidas están generalmente libres del servicio militar y no pagan impuestos como los demás… animados por tales beneficios, muchos llegan espontáneamente a sus escuelas, enviados por sus amigos y parientes. Se dice que aprenden de memoria un gran número de versos; algunos continúan veinte años educándose; no es legal poner estas cosas [lo aprendido] por escrito, aunque en casi todas las transacciones públicas y legales, y en las cuentas privadas ellos usan caracteres griegos”.

Aunque los celtas no registraban sus tradiciones por medio de escritos, si contaban con un alfabeto conocido como: Ogham. Estaba basado en un sistema de letras de trazos verticales y horizontales mezclados entre sí. Paradójicamente el Ogham era utilizado por los druidas para comunicarse entre sí de forma secreta por medio de mensajes. Estos mensajes escritos con el Ogham estaban grabados en bastones de madera, bordes de piedras o troncos. Esta escritura tenía un carácter de significado mágico para los druidas.

Según los romanos, los druidas estaban jerarquizados y altamente organizados. Estos se reunían anualmente para conferencias y elegir a un druida mayor o Jefe general en un amplio claro dentro del bosque o en una pradera espaciosa. Por lo visto, en estas asambleas compartían conocimientos, enseñaban nuevas doctrinas y la conformaban todos los druidas regionales. Según historiadores, los druidas de la Galia viajaban a entrevistarse con los druidas de Inglaterra, por lo que se sugiere que el “centro druídico” estuvo en la Isla Británica en dos centros importantes: Glastonbury y en la Isla de Mona (actual Anglesay). Los druidas de mayor rango o superiores fueron llamados: «Darvin-din». Los aspirantes a druidas o novicios eran llamados: «Amdaurs».

Los clanes celtas mantenían rencillas o rivalidades, a excepción de los druidas, lo que ha hecho conjeturar o sospechar que por sus reuniones anuales, sus contactos, la transmisión de su sabiduría, su secretismo y su negativa a plasmar sus conocimientos por medio de la escritura, estos sacerdotes ejercían cierto poder de influencia de manera coercitiva sobre los celtas para mantener un estado de predominio o de privilegio sobre toda la población. Muchos de estos sacerdotes celtas mantenían su alojamiento y permanencia en una villa, en un clan o en una región; pudiendo actuar en solitario o en conjunto con otros druidas oficiando su liturgia contando con algunos colaboradores. Algunos podían vivir al interior de los poblados, mientras que otros habitaban en las periferias de las villas o al interior de chozas en los bosques. Según las descripciones antiguas vestían hábitos blancos o grises, utilizaban siempre bordones, no portaban armas de guerra, en cambio se auxiliaban de hoces y cuchillos como herramientas para sus ritos. Cabe la posibilidad que no siempre fuera la regla. Los druidas que vestían de blanco eran los encargados de los rituales y las actividades religiosas cotidianas como «druidas oficiales».

Los novicios o druidas menores, posiblemente desde la pubertad, vestían de túnicas marrón en calidad de ayudantes. Estos eran instruidos por los druidas maestros o los de mayor edad, como en una especie de escuela, para convertirse en el futuro en druidas. Estas academias estaban en lugares apartados del resto de los pobladores celtas, comúnmente en claros ocultos del bosque, colinas o en cuevas. Los druidas creían en la reencarnación o transmigración del alma, pues tenían por creencia la existencia de la vida después de la muerte y pensaban que el alma no era destruida cuando una persona fallecía, sino que pasaba de un cuerpo a otro; hecho que influenciaría en cierta medida a la población celta, caso especial en aquellos guerreros celtas que no temían a la muerte.

Los druidas no tenían templos donde ejercer su sacerdocio. Debido a su contacto exclusivo con la naturaleza, los santuarios para oficiar sus cultos eran naturales como: los ríos, lagunas, manantiales, espacios rocosos y especialmente los bosques, preferiblemente arboledas de fresno, hayas o robles. Bajo las ramas de grandes árboles, de preferencia el roble, los druidas realizaban sus asambleas o reuniones frente a los celtas congregados. Podían utilizar rocas naturalmente ubicadas como forma de plataformas o estrados para dirigirse al resto de los pobladores. Según estudios que arrojan ciertas hipótesis, no sin estar cargados de cierta controversia, se piensa que los druidas se auxiliaron de celebrar sus oficios en los monumentos megalíticos de piedra: dólmenes, menhires y chrómlech; entre éstos, los círculos de piedra megalíticos entre los que se encuentra: Stonehenge, Inglaterra, que data aproximadamente del 2400 a.C. (previo al período protocelta desde el 1600 a.C. y el período celta a partir del 1200 a.C.) y otros monumentos megalíticos de Europa occidental (Escandinavia, Alemania, Francia, centro europeo, Escocia, Irlanda y España).

Celtas y druidas no crearon estos monumentos megalíticos; ya que datan del período entre el Neolítico y la Edad del Bronce hechos por culturas antiguas; pero es posible que las culturas celtas los utilizaran como observatorios astronómicos, especialmente para marcar períodos de cambios de estación para la siembra y cosecha. Daban mucha importancia a los árboles; ya que consideraban a los bosques como una morada de sus dioses; y por otro lado los densos follajes y selvas inspiraban entre las tribus celtas adoración, terror y respeto. Consideraban sagrados a todos los árboles, pero daban trato muy especial al roble y al muérdago. Este último lo consideraban sagrado y lo cortaban con una hoz de oro, vestidos de blanco y coronados de hojas de roble.

Otra faceta de los druidas era el área médica donde ejercían como doctores y cirujanos, llamados en estos casos: Faithliaig. No se descarta que los celtas, en ausencia de druidas, practicaran también sus propios remedios caseros o prácticas quirúrgicas rudimentarias. En el caso de la medicina de los druidas, estaba basada en pociones, brebajes, ungüentos y cataplasmas que provenían de la naturaleza y consistían en: hierbas, hojas especiales y frutos de árboles. Las bayas del serval eran utilizadas para curar ciertas enfermedades como las digestivas. También se auxiliaban del muérdago y otras plantas y frutos.

Una de las funciones primordiales de los druidas fue la de ejercer como jueces entre conflictos entre tribus y nobles, mediando entre rencillas y solventando problemas judiciales entre los habitantes. El jefe o caudillo celta local tenía por función defender la ley; pero eran los druidas los que establecían y estipulaban la ley. En general los druidas estaban encargados de la religión, la justicia y la educación. En las leyes celtas la ofensa era considerada como afrenta al derecho privado del individuo, sin importar el tipo de delito. El hombre que ofendía o cometía un crimen pagaba el delito al ofendido o a la familia de éste. Estos casos podían resolverse por medio de duelos o por mediación de los reyes y los druidas. Éstos últimos actuaban como jueces. El peor castigo que se podía infligir a un celta era la expulsión del clan puesto que el individuo quedaba proscrito.

Los druidas practicaban también la adivinación. Entre éstos métodos se auxiliaban de la interpretación del vuelo de las aves y la dirección del viento. En cuento a su creencias ancestrales creían en la «magia», la cuál era entendida como el control de los eventos y situaciones por medio del auxilio de la naturaleza, específicamente de los componente naturales como los árboles y plantas así como los cambios de estación y las faces de la luna. Esto a vez les permitió crear una especie de horóscopo que ayudaba a los druidas y pobladores celtas a conocer su carácter y su futuro, el cuál estaba relacionando según la estación (fecha pues los druidas no utilizaban el calendario gregoriano y juliano) del nacimiento en conjunción con la posición de las estrellas y su representación con los árboles sagrados. Algunas fuentes sugieren que algunos druidas practicaban las artes oscuras como la nigromancia o adivinación del futuro invocando a los muertos, además de practicar también el hipnotismo.

Aunque la gran mayoría de los druidas eran hombres, se sabe que hubo mujeres druidas. Eran conocidas como: Ban-drui, Bandruidh, Ban-file o banfhlaith. Al parecer en regiones como Irlanda y Escocia formaron una especie de orden encargadas de mantener encendido una hoguera de forma perpetua, especie de “fuego sagrado” similar a la vírgenes vestales de Roma. Se sugieren que las druidesas ejercían actividades más cercanas a la adivinación, llamadas en este caso: Faith o Banfaith, la custodia de lugares sagrados, ejercer en el área médica, trabajar como parteras, la realización de cantos y danzas sagradas, ayudar a los druidas en los rituales y acompañar a los ejércitos para insuflarles ánimos.

Pomponius (Pomponio) Mela, geógrafo hispano romano del siglo I d.C. en su obra: De situ orbis ó «Sobre los lugares del mundo», donde describe regiones como Galia y las Islas Británicas, realizó un relato acerca de mujeres druidas de Escocia en sus viajes por esas tierras: “Había en la alta Caledonia mujeres sacerdotisas llamadas bandruidh que, al igual que los druidas varones, están divididas en tres categorías: las de menor autoridad permanecen reclusas y deben observar voto de virginidad perpetua, son las que se encargan de alimentar los fuegos perennes en honor a Dana y Bilé, sus dioses mayores. En la segunda categoría, las sacerdotisas pueden casarse, pero deben permanecer encerradas en el santuario al que están consagradas, y sólo pueden abandonarlo unos pocos días al año, para cumplir con sus deberes conyugales; sin embargo pueden alternar con las gentes, a las que dicen la buenaventura, y leen su futuro en las hojas de muérdago”.

“Una bandruidh de la clase más alta, jerarquía a la que sólo se accede después de años de estudio y dedicación y un completo rito de pasaje, puede circular libremente, y se dedica a servir al pueblo, y mantener vivas las tradiciones religiosas; narran las leyendas de los guerreros y los dioses, practican la astrología y adivinan el porvenir por la lectura de las .víctimas de los sacrificios humanos, que son practicados exclusivamente por los druidas varones”. “Se dice, aunque no he podido comprobarlo personalmente, que las banfilidh más poderosas, como las llaman en su lengua, residen en la isla de Saina, en el Mar interior (mar de Irlanda), tienen poder sobre las tempestades, que pueden convocar a voluntad, pueden convertirse en aves y curar las enfermedades más atroces… Estas mujeres son altamente reverenciadas por el pueblo, pues dominan la magia de las piedras y las hierbas curativas, son las que preparan a los moribundos para el bien morir, preparan hechizos de amor y se ocupan de los nacimientos.”

Los adivinos y bardos entre los celtas.

Junto a los druidas estuvieron los Vates, compartiendo lugar en la Galia, Gran Bretaña o Irlanda. Poco se sabe de ellos y sus funciones; entre estás: tenían la facultad de viajar por regiones de todo Europa y ejercer su profesión precisamente como especies de «videntes». Poco se sabe de los Vates; pero entre sus funciones estaban la adivinación, determinar los presagios y establecer profecías por medio de la observación de la naturaleza (la fuerza del viento, el movimiento de las estrellas, los vuelos de las aves, la aparición de animales, etc.) se cree que estos podían hacer rituales de sacrificios animales y de seres humanos.

Los bardos eran llamados: Bard o Bardd y los poetas era conocidos como: Fili o Filidh. Sus funciones radicaban en componer poemas y canciones en verso, los cuáles trataban de temas de guerras, gestas y actos de heroísmo de los dioses o los guerreros celtas. Los bardos en sus canciones utilizaban la lira como instrumento musical. Algunos historiadores separan a bardos y poetas como dos profesiones distintas, mientras que otros señalan que eran la misma profesión.

Debido a que tenían una capacidad de oratoria muy desarrollada amenizaban los banquetes de la nobleza con sus canciones. Eran contratados por los reyes o jefes celtas para narrar por medio de alabanzas o cánticos los actos heroicos supuestamente realizados por el caudillo, realzando exageradamente o a propósito sus virtudes o su valor para así conseguir prestigio entre los guerreros y sus invitados, obteniendo así un cuantioso pago; por lo que su trabajo era de carácter itinerante.

Los bardos sabían además sobre cuentos tradicionales y canciones ancestrales, como también entonar canciones satíricas para burlarse de algún rey o un guerrero. En esta situación, el arte de los bardos era admirado, respetado y a la vez temido por sus implicaciones populares. Sin embargo, el arte de los bardos dependía mucho de su habilidad y creatividad a la hora de componer sus poemas y su música para entretener a una audiencia.

Los bardos también amenizaban fiestas, festivales o eventos públicos donde su actividad lírica era admirada por los celtas asistentes. Otra parte importante de los bardos era cantar sobre las gestas de los héroes reales y las historias de los dioses celtas; por lo que se convertían en depositarios de las leyendas, el folclore y la cultura céltica. Parte de su repertorio también consistía en canciones melancólicas y los recuerdos románticos y de seres amados del pasado.

Aunque se ha relacionado la actividad de los bardos con hombres, también había mujeres dedicadas a este arte llamadas: filidh o banfile banfaith y se presupone que sus actividades, a diferencia de las itinerantes de los hombres, eran realizadas únicamente en los palacios de los reyes o en actividades litúrgicas de los druidas. Algunos druidas también ejercieron como bardos y como poetas; no obstante más ligados al ámbito religioso.

La Justicia entre los Celtas y el Juramento.

La sociedad celta tenía un sistema de leyes que estaba fundamentado en la tradición oral y un consenso comunitario, buscando principalmente la armonía de la tribu. Cada tribu tenía su propia estructura de leyes y los conflictos se resolvían dentro de la comunidad de los clanes. Los druidas tenían un papel importante en la resolución de disputas actuando como jueces o mediadores importantes, especialmente en la Galia y en la Isla Británica e Irlanda. En otras regiones donde habitaron los celtas, pero donde no existían los druidas, el rey celta actuaba como juez presidiendo los juicios en caso de disputas y problemas entre los pobladores de la tribu que lo demandaban o en situaciones que ponían en peligro la armonía de los clanes.

Las infracciones que podían llevar a un poblador celta a un juicio con el rey o los druidas incluían: La ruptura de juramentos: para la sociedad celta los juramentos, es decir las promesas o compromisos, eran considerados sagrados, y romper uno podía acarrear la pérdida de armonía o castigo de los dioses que no solo podría traer desgracias o maldiciones a la persona que había faltado a su juramento, sino a su familia o toda la tribu.

También se podía enfrentar a juicio por conflictos de propiedad: cuando existían disputas sobre tierras, el ganado o problemas con el derecho de bienes que requerían una mediación; crímenes violentos: como asesinatos, robo, agresiones o traiciones dentro de la tribu, los cuáles eran juzgados con severidad; los sacrilegios: cuando un poblador profanaba un lugar sagrado o cuando faltaba el respeto a los dioses; se incluía además la falta de compensación: si alguien causaba un daño y no pagaba la compensación establecida debía ir a juicio. Los castigos solían enfocarse en la compensación por las faltas, los daños o perjuicios cometidos, en lugar de castigo físico o las penas de prisión; por lo que los infractores debían pagar compensaciones a las víctimas, lo que fomentaba la resolución pacífica de conflictos, al menos lo esperado; aunque en casos extremos se aplicaban penas severas como la esclavitud temporal o el exilio.

Las compensaciones generalmente consistían, cuando alguien robaba o dañaba propiedad ajena, devolver el objeto robado o pagar su equivalente en bienes o ganado; lo mismo se hacía por homicidio o precio del honor por insultos o agresiones. En casos complicados se castigaba con el trabajo forzado o esclavitud de forma temporal, donde el infractor debía servir a la víctima o a la comunidad como forma de reparación en trabajos forzados por cierto tiempo como cultivar la tierra del ofendido o reparar las casas. Los casos más graves para los celtas como: homicidas seriales, agresiones de gravedad o la traición a la tribu, se castigaban con la esclavitud permanente o el exilio; en este último caso el infractor perdía todos sus derechos incluyendo la protección de la tribu, por lo que era expulsado y debía vivir en el exilio, en solitario, con el indudable peligro que otra tribu o clan le pudiera arrebatar la vida o tomarlo como esclavo sin reparo alguno. En casos de sacrilegio, faltas contra la religión, los druidas podían castigar al infractor con el exilio temporal; donde tras un período de tiempo fijado lejos de la tribu el infractor podía retornar a la aldea.

Por lo común, los juicios entre los celtas eran de carácter público en forma de reuniones comunitarias, donde asistían las partes en conflicto, junto a testigos y donde la opinión de los pobladores asistentes podía ejercer influencia. El rey, el caudillo o los druidas actuaban como jueces o mediadores. En los casos de los druidas su número podía variar, desde uno asesorando al rey o el mismo druida presidiendo el juicio. Podían también actuar como jueces dos o más druidas. Cuando el caso era complicado o de gravedad, se reunía todo el consejo de druidas para emitir y alcanzar un juicio justo.

En Irlanda, como caso particular, existieron las Leyes Brehon, que regulaban la vida cotidiana y política de los celtas, inclusive hasta la Edad Media durante la invasión normanda de 1171. Estas leyes eran aplicadas por los Brehons, quienes eran los jueces de la sociedad celta de Irlanda y desempeñaban un papel clave en la administración de justicia y aplicar la ley, las cuáles estaban centradas, en lugar de los castigos, en la compensación por daños y perjuicios por faltas cometidas. Estos jueces Brehon aplicaban su conocimiento basado en las Leyes Brehon, las cuáles estuvieron limitadas a Irlanda, y consistían en un sistema legal tradicional de leyes cuyo fin era establecer una armonía entre los pobladores fijando reglamentos y regulaciones en la propiedad privada, la herencia, los juramentos, los acuerdos comerciales, los contratos, la mediación en conflictos y compensaciones por faltas cometidas. No hay evidencia de que las Leyes Brehon existieran en las regiones celtas como en la península Ibérica, en la Galia, Britania o en otras áreas celtas del centro de Europa, donde los sistemas legales eran diferentes. Por lo general los juicios de los Brehon se llevaban a cabo en reuniones públicas en la aldea, donde se presentaban las partes en disputa o los acusados junto a los testigos. La reputación del acusado podía influir en el veredicto. Los Brehons actuaban como árbitros buscando acuerdos o resoluciones entre las partes en disputa. Las leyes Brehon no estaban escritas, sino que eran memorizadas y transmitidas por generaciones.

El juramento en la cultura celta era un pacto sagrado que tenía una implicación social y espiritual, por lo que era considerado un compromiso inviolable. Si un juramento se rompía podía traer consecuencias graves, generalmente con la creencia entre los celtas de maldiciones o desgracias como castigo de los dioses. Los juramentos entre los celtas acontecían en diversas áreas de la sociedad celta, comúnmente: en los «juramentos de justicia»: que sucedían durante los juicios, como los testigos y los acusados que juraban decir la verdad ante el rey o los druidas; también estaban los «juramentos religiosos»: que eran realizados en rituales como promesas a los dioses para pedir su favor. También de forma habitual en la cultura celta estaban los «juramentos personales»: que eran utilizados en los acuerdos comerciales, en los enlaces matrimoniales y en alianzas tribales; así como los juramentos más personales como: la entrega de un pago por la garantía de un producto ó la promesa de devolver una herramienta prestada, etc. Por último estaban los «juramentos de lealtad»: que acontecían entre los guerreros y líderes tribales que sellaban pactos de fidelidad, asegurando protección mutua en casos de conflictos o agresiones.

Uno de los juramentos entre guerreros más conocidos en Gales, Escocia y en Irlanda fue el: Piuthar, el cuál consistía en un compromiso de vínculo obligatorio entre guerreros o aliados, que garantizaba la lealtad y protección mutua del grupo o a un miembro del grupo en casos de agresiones. Este tipo de juramento se realizaba en presencia de los guerreros como testigos, frente a los druidas y en lugares sagrados donde se consideraba que habitan deidades celtas, reforzando su carácter religioso. Los guerreros prometían lealtad inquebrantable y apoyo en cualquier situación. Se consideraba un compromiso irrompible que duraba hasta la muerte de alguno de los involucrados. La violación de un juramento podía acarrear maldiciones en la creencia de los celtas, por lo que castigaban al perjurio con el exilio o incluso castigos rituales.

Los ritos celtas, los sacrificios humanos y los Santuarios celtas.

Los druidas practicaban los sacrificios humanos como forma de rito, acontecimiento relatado por las fuentes romanas. Se ha debatido mucho este hecho entre los historiadores con respecto a los celtas; ya que los sacrificios animales y humanos rituales no eran exclusivos de estos, sino que estuvieron presentes en muchas culturas del mundo. Estos sacrificios entre los celtas estaban dirigidos única y exclusivamente por los druidas. Entre las principales causas de los sacrificios humanos, y de animales, entre los celtas eran que estos creían que si una vida humana estaba en peligro por causa de una enfermedad o situación grave era porque sus dioses estaban molestos y la única forma de apaciguar su ira, y salvar la vida de la persona, era ofrecer otra vida en su lugar, de ahí que se sacrificaban ritualmente entre los celtas a los criminales, quienes eran los preferidos, seguidos por los prisioneros de guerra y los esclavos. En último caso eran escogidos los hombres inocentes como forma de calmar a los dioses. Preferiblemente para los druidas y celtas los sacrificados debían ser del género masculino. Por otro lado, los sacrificios eran realizados como una forma de enviar un «mensajero» a los dioses, de ahí que el sacrificado en estos casos era un voluntario. Un objetivo más de la causa de los sacrificios era la de conseguir el favor de los dioses para obtener una buena estación para la siembra, una buena cosecha y la prosperidad del ganado. Por último se ha especulado que algunos sacrificios rituales humanos eran realizados como una forma de adivinar el futuro, haciendo «lecturas» de la sangre de las víctimas; aunque para estos hechos estaban como alternativa los sacrificios de animales como ovejas o cabras. Para muchos historiadores los sacrificios humanos entre los celtas no eran una norma común o hechos cotidianos, sino que se realizaban solo en casos especiales y al producirse se elegían a los delincuentes para ser eliminados.

Los rituales estaban dirigidos exclusivamente por los druidas; al menos en la Galia, Gran Bretaña e Irlanda. Los ritos más comunes eran el sacrificio de animales y de seres humanos. En estos ritos, los druidas eran los encargados de arrebatar la vida al animal o al sujeto a sacrificar y realizar cánticos o plegarias a los dioses durante los mismos. Estos ritos podían ser privados (entre los druidas o un escaso número de personas) o públicos frente a toda la población de los clanes.
Los lugares donde estos rituales eran practicados eran los bosques, generalmente en un claro o bajo la sombra de un gran árbol, comúnmente en piedras a manera de altares, acompañados de hogueras y auxiliados de ofrendas votivas. Estas últimas podían consistir en estatuas de madera con fines religiosos (que han sido encontradas en el fondo de los ríos). También en los ritos los druidas podían utilizar el muérdago con fines ceremoniales y la madera del serbal, a la cual prendían fuego precisamente para ocasionar humo abundante que daba forma de niebla durante sus ceremonias.

Los sacrificios de animales, especialmente de humanos, fueron descritos por los romanos. El poeta romano Lucano, de origen hispano, describe un lugar de rito celta: que se realizaba en un bosque profundo, “donde no llega la luz del sol”. En estos parajes los celtas y druidas salpicaban los árboles de la sangre de los sacrificios junto a estatuas talladas toscamente de los dioses celtas en los troncos de los árboles. Refiere además que tras el rito los druidas y los celtas no se acercaban al lugar ya que quedaba reservado a los dioses.
Por la creencia que algunas de sus divinidades habitaban el interior de la tierra, los celtas cavaban profundos agujeros de 10 metros o 12 metros de profundidad (algunos llegaron a medir hasta 30 metros) y entre 1 a 2 metros de diámetro, agrupados como los encontrados en la región de La Vendée, Francia; los cuáles después de ser excavados por los celtas eran rellanados con tierra y piedras mezclados con huesos humanos y de bueyes, cerdos y astas y huesos de ciervos, cerámicas enteras o fragmentadas y troncos de árboles. Se desconoce los motivos de estos “agujeros rituales”; aunque se especula que eran centros ceremoniales o santuarios de oración para los celtas pues en el fondo se han encontrado estatuillas votivas. No se descarta que también hayan sido centros de sacrificios rituales.

Por lo general los druidas se acomodaban bajo los árboles para sus ceremonias. Comúnmente utilizaban como parte de sus ritos: el tejo y el roble. Los rituales de sacrificio se hacían en base al ahorcamiento, el ahogamiento o la muerte por fuego. Podían también las víctimas propiciatorias ser enterradas vivas. Se teoriza que estas muertes representaban a los cuatro elementos de la naturaleza: aire, agua, fuego y tierra. No obstante, la forma más común era degollando a la víctima con cuchillos u hoces. La sangre derramada en el ritual servía para empapar el lugar del rito, considerado como una forma de libación para los dioses y obtener la fertilidad de la tierra o el favor de la deidad.

En las formas de sacrificio de necesitar un “emisario de los dioses” donde la persona sacrificada iría “al más allá” para entregar a los dioses un mensaje de los celtas, la víctima se ofrecía de forma voluntaria y como norma era un hombre y debía ser de preferencia un guerrero. Entre los celtas también existió el sacrificio de niños, los cuáles eran emparedados en construcciones de edificaciones celtas. Se desconoce si se trataban de esclavos o capturados en batalla. Se desconoce también el objetivo de este sacrificio ritual, pero se ha conjeturado que posiblemente era para aplacar a deidades terrenales del lugar. Las artes de adivinación practicadas por los druidas incluían el sacrificio de animales y personas con el objetivo de adivinar el futuro basado en la lectura de la forma de las vísceras o a través del derramamiento de la sangre.

En la mayoría de los casos de sacrificios se utilizaban los calderos. En estos se depositaba parte de la sangre de la víctima donde los druidas buscaban signos e interpretaban el porvenir. Los romanos describieron el uso de jaulas de mimbre de grandes dimensiones con forma de un efigie de un ser humano, en el que se introducían las víctimas a sacrificar, las cuáles podían ser tanto animales como personas, que posteriormente eran calcinadas vivas a modo de ritual mediante una hoguera sobre los pies del «hombre de mimbre» que se extendía al resto de la jaula. Julio César menciona este tipo de rituales en su obra: «Comentarios sobre la guerra de las Galias«, describiendo cómo los galos construían jaulas de efigie humana, colocando personas dentro y luego las incendiaban como ofrenda a los dioses.

Julio César describe en su obra: «Los galos creen que los dioses se complacen más en la muerte de un hombre, por lo que recurren a sacrificios humanos. Algunos construyen enormes figuras de mimbre, en las que colocan hombres vivos, y luego les prenden fuego para que ardan en llamas». Otros escritores romanos como Estrabón también mencionan el «Hombre de Mimbre». Sin embargo, existe cierta controversia sobre este tipo de rituales con efigies de forma humana a manera de celdas para incinerar animales o humanos; ya que la evidencia arqueológica sobre estos sacrificios es nula o escasa tomando en cuenta las crónicas de Julio César, sin pruebas concluyentes sobre la realización de sacrificios de esta forma, por lo que algunos historiadores teorizan que los romanos distorsionaron o exageraron este tipo de prácticas para justificar su conquista sobre los pueblos celtas.

Luego estaban los lugares de culto que incluían santuarios de piedra en los bosques adornados con cráneos humanos apilados. Otros santuarios eran los lugares construidos por los celtas más sofisticados que consistían en un espacio de tamaño variable rodeado de una empalizada de madera de forma rectangular o cuadrada; ésta a su vez estaba rodeada por un foso de aproximadamente 2 metros de ancho y 2 de profundidad. El acceso a este terreno resguardado era un puente de madera, generalmente una simple plataforma, que se conectaba con un pórtico donde se colgaban numerosos cráneos, así como espadas y escudos celtas. Éstos probablemente provenían como botín de los enemigos vencidos.

Al interior y al centro del terreno se encontraba un altar en forma de un pozo de forma circular donde se arrojaban las víctimas de los sacrificios (animales o seres humanos). El pozo era cubierto por un tejado de paja o madera. Alrededor del tejado de madera que recubría al pozo se ubicaban postes donde se colgaban las armas de los guerreros vencidos a modo de ofrendas que incluían espadas, hachas, lanzas o escudos. Dentro de estos lugares de sacrificio encontrados por la Arqueología, como el de: Gourney-Sur-Aronde en Francia, se han encontrado enterrados esqueletos de guerreros celtas con espadas, vainas y escudos. Se ha propuesto que en estos lugares se enterraban a los contrincantes derrotados y sus armas eran expuestas como ofrendas a los dioses.

Otras formas de ritos incluían los sacrificios de animales y humanos en lagos, lagunas, ríos y ciénagas, fuentes de agua y manantiales a los cuáles consideraban sagrados. Sin embargo, en estos casos, también los ritos consistían en ofrendas: enterrando espadas y joyas para los dioses.

La relación entre los sacrificios de animales o humanos y los celtas se debía al favor que los dioses podrían proporcionar por medio del pago de la vida de un hombre. Julio César, en su “Guerra de Las Galias” detalló: «Toda la nación de los galos es devota de sus rituales, por esa razón los que sufren enfermedades o están inmersos en la peripecias de la batalla sacrifican víctimas humanas o juran hacerlo, empleando a los druidas como ministros para estos sacrificios. Creen que, a menos que se pague con la vida de un hombre, la majestuosidad [el favor] de sus dioses inmortales no será concedida». Historiadores modernos han opinado que muchas de las descripciones de los ritos celtas descritas por los romanos están cargadas de prejuicios en cierta medida, especialmente en la figura de los druidas, como una forma de justificar la conquista de los pueblos celtas.

El Arte Celta:

El arte celta se caracterizó por una ornamentación con una fuerte conexión con la naturaleza y el medio ambiente celta reflejado comúnmente por patrones geométricos entrelazados, espirales, nudos y figuras zoomorfas, aplicados a objetos de uso cotidiano y ceremoniales que reflejó la identidad cultural celta. El arte celta se desarrolló en un período extenso, desde la Edad del Hierro, aproximadamente desde el año 800 a.C. hasta el período de la cristianización de las sociedades celtas en la Edad Media. La evolución fue influenciada por las interacciones con otras culturas, como los griegos, los pueblos germánicos y principalmente con los romanos.

El arte celta en la Edad del Hierro (800 a.C. – 1 d.C.): Durante ésta época se caracterizó por patrones geométricos y zoomorfos, influenciado por tradiciones locales y técnicas importadas de los escitas y griegos. De este período se han encontrado en los yacimientos arqueológicos: el Casco de Waterloo, casco de bronce con decoración en espiral, encontrado en el río Támesis, que muestra la influencia de los patrones geométricos celtas. También los Torques de Snettisham: collares de oro con intrincados diseños producto de la orfebrería celta y la Espada de Hallstatt: un arma que muestra la transición hacia el período de La Tène con una decoración en espiral.

Periodo de La Tène (aproximadamente 450 a.C. – 1 d.C.): un estilo artístico que surgió en Europa central, marcó la madurez del arte celta, el cuál se distinguió por diseños curvilíneos, con espirales y representaciones artísticas de animales y figuras humanas, además de una mejoría significativa en la metalurgia celta, con torques, fíbulas y espadas decoradas. Ejemplos de este arte se encuentran entre yacimientos arqueológicos como: “El escudo de Battersea”: Un escudo de bronce con ornamentos de patrones curvilíneos y círculos concéntricos o el «Caldero de Gundestrup»: un caldero de plata, datado entre el siglo 150 a.C. y el I a.C., ricamente decorado con intrincados relieves de diversas figuras que muestran la habilidad artística de los celtas y que estuvo relacionado con ceremonias religiosas.

Período de la Influencia Romana y Adaptación (1 d.C. – 500 d.C.): la expansión del Imperio Romano absorbió la cultura celta, modificando su arte e incorporando influencias clásicas de Roma al mismo. No obstante, en regiones como Irlanda o Escocia, donde el dominio romano fue escaso, el arte celta prosiguió de forma distintiva. De este período datan las famosos “Piedras Pictas” talladas en Escocia, que presentan símbolos abstractos y figuras humanas con influencias romanas. También las piezas arqueológicas como el “Broche de Tara”, que es una pieza de oro y esmalte con patrones entrelazados.

Cristianización y Manuscritos Iluminados (500 d.C. – 1200 d.C.): Con la caída del Imperio Romano y la llegada del cristianismo el arte celta sobreviviente se adaptó con la influencia de la nueva religión, hecho reflejado cruces celtas como la “Cruz de Muiredach” en Irlanda, con patrones detallados con motivos religiosos; también en manuscritos iluminados como el Libro de Kells, donde figuras con influencias celtas se mezclaron con las influencias religiosas.

Las técnicas del arte celta fueron variadas y se manifestaron principalmente en diversas áreas: En la metalurgia y orfebrería: los herreros celtas utilizaron métodos como: el Damasquinado: que consistió en la incrustación de metales preciosos en superficies de hierro o bronce, creando patrones contrastantes; el cincelado y repujado: Técnicas que formaban relieves en piezas metálicas como armaduras y en joyería; la filigrana: que consistía en el uso de hilos de oro o plata para crear diseños intrincados en joyería; el granulado: la aplicación de pequeñas esferas de metal sobre una superficie para crear texturas decorativas. El tallado Madera: donde los celtas esculpieron figuras de dioses, guerreros y símbolos con formas curvilíneas utilizando el bajorrelieve que representaba escenas o motivos abstractos en altares y estelas. También el tallado en piedra con esculturas antropomorfas (formas humanas) y zoomorfas (formas animales) como elementos rituales. Artesanía y trabajo en carpintería: donde los deltas fabricaban muebles, herramientas y estructuras con ornamentación celta. El grabado en cuero para la decoración de prendas de ropa y accesorios de armaduras. En la cerámica: con la creación de vasijas de arcilla decoradas con patrones abstractos. Entre otras formas de arte se cuenta el uso de pigmentos naturales que eran extraídos de minerales y plantas para colorear tejidos de ropa, la misma cerámica y en el arte celta heredado en la Edad Media para colorear manuscritos iluminados como: el libro de Kells. En los trabajos de artesanías como la cerámica, el cuero, ropa y murales se reflejó una decoración geométrica característica reflejada en el uso de espirales, nudos y trískeles de origen artístico celta.

La religión de los celtas. El panteón de los dioses y diosas célticos.

El pueblo celta era profundamente religioso y politeísta. Sostenían la creencia de múltiples dioses, así como en deidades menores y espíritus de los bosques, la tierra, el mar, etc. Sin embargo, por la falta de fuentes escritas se desconoce cuáles eran exactamente las divinidades de los celtas antes de la conquista por Roma. Estudios han identificado un panteón en la cultura celta de 400 divinidades; aunque la gran mayoría son duplicados de los mismos dioses con atributos variables. En la cultura celta solo los druidas podía comunicarse con las divinidades.

Los conocimientos más importantes sobre los dioses celtas provienen de una tradición oral (por ejemplo: mitos y leyendas de Irlanda), además de los historiadores romanos y griegos, entre los que destacan Julio César, cuyos testimonios describen a los dioses celtas asimilados a los romanos según las analogías (atributos) más evidentes; ya que la conquista e influencia romana provocó un fenómeno de mezcla entre creencias celtas y las de los conquistadores que modificó los conceptos religiosos de los celtas. Los mismos romanos dispusieron nombres latinos a los dioses celtas contribuyendo a su asimilación. Los dioses celtas tenían fundamentalmente un carácter guerrero y rústico. Previo a la llegada de Roma, los celtas creían que sus dioses debían ser apaciguados constantemente por medio de ritos correctos; ya que su temperamento era voluble además de poder conseguir sus favores o dones. Para esto debían contar con intermediarios que eran los druidas que dirigían sus ceremonias y quienes eran, en su cultura, los únicos capaces de comunicarse con las divinidades.

Por lo general cada tribu celta tenía sus dio­ses propios. Varias tribus se reunían para practicar el culto de sus dioses por mediación de los reyes o los druidas en santuarios de pertenencia común los cuáles eran praderas, manantiales, colinas, montañas, bosques, etc. Algunos dioses mayores eran venerados por todo el mundo cultural céltico, mientras que otros fueron solo locales o regionales. Es muy difícil precisar el origen de los dioses cél­ticos. Algunos tienen sus origenes indoeuropeos, como los dioses: Taranis, Cellos o Lug; pero otros dioses celtas fueron imitados y asimi­lados de otros pueblos con los que estuvieron en contacto los celtas, como ciertas divinidades etruscas. No se conoce el tipo de culto o ceremonia hacia cada dios celta en particular; pero se considera que estas divinidades tenían sus formas autóctonas de adoración en cada región, lo que dependía de cada tribu, la liturgia del druida a cargo, los sacrificios humanos o animales, las ofrendas según atributos, etc. Las representaciones de los dioses en la época celta preromana fue la eventos y símbolos naturales como árboles, ríos o animales. En la epóca romana los dioses celtas fueron representados en esculturas y relieves como en el Pilar de los Barqueros (columna galoromana en honor a Júpiter) y figuras en madera o de metal (caldero de Gundestrup).

Las prácticas religiosas de los celtas acontecían en los hogares o aldeas; pero en mayor medida en los bosques reconocidos como los “santuarios” de los dioses, siempre dirigidos por los druidas. Cuando veneraban a los árboles, las aguas, las fuentes y los ríos, e in­cluso a las piedras de los menhires o dólmenes, era porque los consideraban moradas de los dioses.
Entre las divinidades secundarias de los galos hay que citar, en primera línea, las deidades telúricas propiamente dichas; éstas eran las deificaciones de los bosques, montañas, ríos, fuentes y hasta ciudades. Con la asimilación de Roma los rituales celtas suspendieron los sacrificios humanos y pasaron a ser de ofrendas. El procurador romano Plinio describe por ejemplo una ceremonia celta de los druidas donde éstos se ubicaban debajo de un gran roble con brotes de muérdago durante el sexto día de la luna creciente. Un druida trepaba al árbol y con una hoz de oro cortaba una ramita de muérdago que arrojaba a un lienzo blanco sostenido por dos druidas. Luego fueron sacrificados dos toros blancos al dios determinado. Los romanos, al conquistar las Galias fueron prácticos pues no destruyeron el Panteón celta, sino que los mezclaron con sus divinidades. Los celtas, a su vez, adoraron a estos nuevos dioses romanos fusionados con los suyos.

Debido a que el pueblo celta era heterogéneo, sus numerosos dioses son difíciles de clasificar por su escasa organización. Aunque muchas deidades eran locales (para un pueblo o un territorio), otros dioses eran adorados en muchas comarcas celtas en cultos supraregionales como el caso del dios: Lugh o Lug, adorado en España, Galia e Irlanda. Muchos de estos dioses tenían conceptos guerreros de las Triplicidades, donde tres dioses o tres diosas conforman grupos de tres aspectos. Uno de los más ejemplares fue la triada de las diosas: Danu, diosa de la fertilidad; Ana, diosa de la abundancia; Brigit, diosa del conocimiento, el arte de la curación (medicina) y la artesanía. Estas tres diosas eran consideradas por los celtas como “una sola” y en ciertas época fueron consideradas como madres de todos los dioses.

Otra triada eran las diosas: Mórrigan, Macha y Badb como diosas de la guerra y la muerte. Estas diosas fueron consideradas a su vez como “Diosas Madres” relacionadas con cultos a la fertilidad de los campos, la fertilidad de las mujeres, la salud y la prosperidad. Otros dioses como: Teutates, Taranis y Esus formaban una triada de los dioses de la guerra y la muerte también. Teutates o «padre de la tribu», fue identificado con el dios Marte por los romanos; era especie de dios legislador, árbitro y guerrero defensor de las tribus celtas, manteniendo la unidad tribal. Los celtas le ofrecían a sacrificios humanos por ahogamiento en una tina con agua o cerveza. Su culto fue generalizado en la Galia, Hispania y Britania.
A diferencia de los antiguos pueblos de Mesopotamia y Egipto, quienes a pesar que eran politeístas contaban con una divinidad estatal o suprema (Marduk y Amón/Ra respectivamente), los celtas tenían múltiples dioses pero no un dios supremo unificador, sino dioses populares como: Bridgit, Lugh o Beltane con ciertas variantes entre clanes. Las responsabilidades religiosas de los druidas debieron ser complicadas por el número de divinidades a las cuáles debieron servir o posiblemente los druidas solo dedicaron sus esfuerzos religiosos a aquellos dioses de mayor influencia local o regional para la población así como algunos más significativos.

Entre los dioses más conocidos o emblemáticos entre los celtas están:
Bres:
dios rey de los Tuatha Dé Dannan (los hijos de la diosa Dana) en la mitología irlandesa. Se le conoce como Breas o Eochu Bres. Los Tuatha Dé Dannan o «Pueblo de la diosa Dana» son una serie de dioses cuya historia está narrada en la “Lebor Gabála Érenn” o «Libro de las Invasiones»el cual es una colección de manuscritos antiguos escritos durante el siglo XI d.C. de la Edad Media por un autor anónimo (muy probablemente un monje) que relatan la construcción y fundación de Irlanda como una suma de distintas invasiones celtas, en las cuáles los Tuatha Dé Dannan serían parte de una quinta invasión céltica a la isla, narrado como una mezcla de historia, mitología, leyendas y folklore local. Estos Tuatha Dé Dannan fueron considerados por el cristianismo como «reyes históricos» de Irlanda.
Según el mito, los Tuatha de Dé Dannan en su invasión de Irlanda lucharon contra los Fomoré o Fomorianos, dioses habitantes de la isla y especies de seres de ultratumba. En la reconciliación entre ambas estirpes guerreras Bres fue rey de ambos pueblos; aunque terminó como impopular debido a que beneficiaba más a los Fomoré. Bres tomó por esposa a la diosa Brigit. Fue destronado, organizó una batalla contra los Tuatha Dé Dannan, pero el dios Lugh lo derrotó en batalla. En algunas versiones el dios Lugh le perdonó la vida a cambio que enseñara el arte de la agricultura.

Cernunnos: o el «dios Astado». Era una especie de hombre con astas de ciervo en su cabeza. Su nombre proviene del término latín: carnuātus, que significa «el cornudo»; por lo que su verdadero nombre céltico es desconocido y su mito original se ha perdido en la historia. Además se desconoce con exactitud su rol, pero fue relacionado como dios de la naturaleza, la regeneración y la fertilidad. Para los celtas el ciervo con su característica cornamenta (así animales como el toro y el oso) era símbolos de fertilidad, elemento importante para la perpetuidad de una tribu por medio de los nacimientos de nuevas generaciones. Asimismo, Cernunnos era un dios dueño de los bosques, señor de los animales salvajes, tanto terrestres y acuáticos y señor de los parajes boscosos solitarios o dios de la «naturaleza salvaje». Según algunas hipótesis fue una especie de dios shaman de la Edad del Hierro Celta por lo que es considerado un dios «pancéltico». En otros aspectos es posible que haya sido un dios cuyos atributos eran el símbolo de la virilidad masculina y la abundancia. Los hallazgos arqueológicos sitúan sus principales centros de veneración en la Galia, el sur de Gran Bretaña, España e Irlanda, por lo que se cree que fue un dios antiguo y muy popular.

Es posible también que haya sido un dios relativo a la fauna similares a los «faunos» griegos protectores de la naturaleza por lo que existe la teoría que fue un dios griego como los sátiros retomados por los celtas. El famoso Caldero de Gundestrup, recipiente ritual ricamente decorado en plata encontrado en la región de Dinamarca y que data del siglo II a.C., contiene grabada la efigie de un humanoide con las piernas cruzadas y con cornamenta de ciervo, el cual ha sido asociado como una imagen de Cernunnos. Su efigie aparece también en el Pilar del Boatman de París tallado en el siglo I d.C., el cual representaba imágenes de dioses romanos y gaélicos, entre los cuáles aparece Cernunnos. La luna era sagrada para los celtas. Era representada en su forma creciente relacionada con la forma cóncava de los cuernos de vaca y de ésta forma con las cornamentas de animales como el ciervo. Los Fomoré, dioses que enfrentaron a los Tuatha Dé Dannan, tenían cornamentas. Julio César en su obra «Comentarios sobre la Guerra de las Galias» compara a Cernunnos con: Dis Pater, un dios romano de ultratumba como una especie de Plutón; por todas estas relaciones Cernunnos ha sido relacionado como un dios de la noche, de la muerte y el inframundo o un dios relacionado con los fomoreanos. En otras formas fue asimilado al dios griego Pan. Algunos eruditos lo relacionan con un poder pacificador entre los animales salvajes: osos, lobos, jabalíes, etc., y como dios del roble.

Goibnu: Dios celta de la herrería. Estaba encargado de la fabricación de las mejores armas de guerra de lo dioses celtas como: espadas que podían atravesar las rocas, lanzas que al ser arrojadas no podían fallar y escudos incapaces de destruir. En su honor los celtas de las herrerías mantenían encendido un fuego permanente.

Cerridwen: diosa celta galesa relacionada con la adivinación y la sabiduría. Según el mito de esta diosa: era madre de tres hijos: Morvan, un guerrero fuerte y valiente en la batalla; Crearwy, la mujer más hermosa del mundo; y Afagduu quien era terriblemente feo. Cerridwen decidió compensar la fealdad de este último hijo volviéndolo el mejor bardo entre los galeses; para ello preparó una poción de la cual solo las tres primeras gotas serían mágicas para beber, siendo el resto un letal veneno. Por esta razón su principal atributo fue el de una diosa “bruja”. Era representada como una bruja al lado de un caldero.

Morrigan: Era la diosa celta de la muerte y la destrucción junto con la renovación a través del fallecimiento en batalla. Para los celtas estaba presente en todas las guerras y luchas con armas. Su función era infundir valor y una ira incontrolable en los guerreros para poder luchar con bravura. Como diosa de la guerra podía otorgar la victoria; pero a su vez al ser la diosa de la muerte en la batalla producía una renovación cuando el guerrero fallecía a través de una nueva vida.

Morrigan tenía para los celtas una naturaleza triple como: doncella (virgen), madre y como amante; ya que también tenía el carácter de una diosa sexual al aumentar el deseo carnal, siendo considerada además como una diosa de la fertilidad y la lujuria. Según historiadores su nombre significaría: «Reina Fantasma», por lo que también estuvo relacionada con las artes oscuras. Podía tomar la forma de un cuervo. Fue relacionada con la diosa Hel escandinava.

Ogmios: era el dios de la Galia dios de la literatura y la escritura, quien inventó el alfabeto oghámico u Ogham a base de muescas y rayas grabadas sobre piedra o madera. Era llamado también: Ogmión. Entre los escoceses era llamado: Occma, entre los britanos como: Ogmia. Entre los celta de Irlanda como: Ogma. Otros de sus atributos eran el dios de la elocuencia. Era representado como un dios guerrero viejo. Al mismo tiempo entre otros atributos era el dios “Guerrero Campeón”.

Ayne: diosa del sol, el ganado y el fuego. Prácticamente una diosa agraria. Los celtas celebraban su culto con procesiones con antorchas en los campos sembrados para asegurar una buena cosecha. Era también una diosa protectora de las mujeres.

Diancécht: el médico de los dioses celtas o “dios de la Medicina”. Tenía en la mitología celta la capacidad de resucitar a los muertos con su poder sanador por medio de encantamientos. Era hijo del dios Dagda. También era conocido como “el dios del rápido poder” debido a que cumplía los pedidos humanos con rapidez.

Brigit: Era la hija del dios Dagda y esposa del dios Bres. Para los celtas era la diosa del fuego, la sanación y la adivinación. Al parecer su santuario estaba resguardado por druidesas que mantenía encendido de forma perpetua “el fuego sagrado” (al igual que las sacerdotisas vestales de Roma), por lo que también estuvo relacionada como diosa del hogar. Fue una diosa muy popular entre los celtas de Irlanda, Gran Bretaña y los celtas continentales y especialmente entre los druidas debido que era una diosa sanadora con conocimientos de hierbas y curaciones. Fue relacionada también como diosa de las colinas y las montañas.

La diosa Brigit también estuvo relacionada con los pozos, por lo que en su tradición se ataban tiras de tela alrededor de los mismos. Entre los celtas fue relacionada con la poesía; por lo que fue una diosa poeta.Tras la romanización de tierras celtas fue identificada con la diosa Atenea o Minerva. La festividad celta de Imbolc estaba consagrada a Brigit. Debido a su popularidad y veneración por los celtas historiadores creen que su figura sufrió un sincretismo con Santa Brígida por el catolicismo.

Badb: Diosa guerrera de la muerte y malévola. Era la diosa encargada del “caldero de la muerte” del mundo inferior en el cuál, según ciertas creencias celtas, se fundían las almas en su interior después de la muerte y antes de la resurrección. Su símbolo era la guadaña o un báculo. Era conocida como la diosa de la destrucción ya que según los mitos celtas sería la responsable de la destrucción del mundo conocido cuando vierta el contenido de su caldero hirviente sobre la tierra, dejando al mundo como un desierto. Estuvo asociada con la diosa Morrigan y fue relacionada con el mito de las Banshee apareciendo donde alguien estaba próximo a fallecer.

Macha: diosa de la antigua Irlanda. Es la diosa hermana de Morrigan y Badb, formando la triple diosa de la guerra. Estaba asociada a la fertilidad, la realeza, la tierra y los caballos.

Dagda: Dios principal de la mitología celta irlandesa. Era conocido también como Dagodeiwos, cuyo significado era: «El dios bueno». Era un dios guerrero de inmenso poder portando un garrote mágico con el que batallaba y mataba a sus oponentes; pero que con el mismo podía curar a los enfermos y resucitar a los muertos. Tuvo varias esposas, entre las cuáles nació Brigit como su hija, así como también tuvo mujeres amantes como la diosa Morrigan.

Fue considerado como el dios exclusivo de los druidas quienes le rendían tributo; ya que también Dagda era considerado en druida. Dagda era conocido por ser un dios polifacético, siendo dios de los agricultores, dios de los artesanos y dios de los guerreros por excelencia. Según su mito podía revivir con su maza a los guerreros caídos en combate. Por esto fue relacionado como dios de la guerra y dios de la curación o dios médico. Era padre de la temible diosa Badb. En algunas representaciones tenía la forma de un viejo rudo y testarudo. Estuvo relacionado con el cuidado de las cosechas y como un dios que controlaba el clima debido a que era poseedor de un arpa llamada “Uaithne” que al tocarla podía controlar las estaciones del año. Contaba con un caldero mágico, «el Caldero de Dagda» del cuál podía alimentar a muchas personas sin agotar su reserva.

Lugh: Lugh o Lug era el dios celta guerrero de todas las habilidades. Su otro nombre era Samildanach que significa: «el múltiple artesano» o «El Politécnico». También era conocido como «el Resplandeciente» o «el inteligente». Posiblemente fue el dios más venerado y popular en todo el mundo céltico junto con Belenos; debido a que se sabe que Lugh era adorado en la zona norte de España, Irlanda, Bélgica, Holanda, Gran Bretaña y toda la Galia, incluyendo partes de Germania, Suiza y Austria. Fue asociado entre los vikingos con el dios Balder y por los romanos con Mercurio. Entre los celtas de Irlanda era llamado Lug «el del brazo largo» por su destreza en la caza y la batalla con la lanza y la honda. En gales era llamado: Lugus. En Escocia: Lleu. Su lanza especial era llamada Sleg o lanza de Assal y tenía la capacidad que al ser lanzada se transformaba en rayo y el dios mencionaba la palabra: “Ibar” para que diera en el blanco y al mencionar la frase “Athibar” retornaba a las manos de Lugh. Su honda era llamada: cloich tabaill. Con esta honda perforó el ojo del dios cíclope Balor, una especie de ogro aliado de los dioses Fomoré enemigos de los Tuatha Dé Dannan. Contaba además con una espada poderosa llamada: Fragarach. Contaba con múltiples facetas: dios guerrero por excelencia; también médico, artista, héroe, poeta, dios refinado, cazador, dios de las proezas atléticas, mago, etc. También tenía habilidades con la carpintería y la herrería. Además era el dios patrono de los comerciantes y los viajes. Otra atribución era el dios de los juicios y juramentos, por lo que era el dios asociado a los nobles, reyes y druidas que aplicaban la ley; ya que en los mitos celtas Lugh era también juez y aplicaba justicia rápida e implacable. También era el dios de la cosecha, por lo que se creía que bendecía los frutos recolectados en su festividad.

En el mundo celta los guerreros y los celtas que realizaban hazañas heroicas se relacionaban a Lugh. En la mitología celta Lugh dirige a los Tuatha Dé Dannan en la batalla contra los Fomoré. También estuvo relacionado con las celebraciones y competencias deportivas, las bodas y los juicios de los druidas. En su honor estaba la fiesta de Lughnasa o Lughnasadh: «las Bodas de Lugh», celebrada entre mediados de julio y/o mediados de agosto según los ciclos lunares, entre el solsticio de verano y el equinoccio de otoño, donde acontecían en los poblados celtas competencias atléticas, festivales comerciales, torneos de luchas, dictámenes judiciales y sentencias de los druidas y se celebraban matrimonios amenizados por los druidas donde Lugh se representaba junto con sus cuatro esposas llamadas: Echtach, Englec, Nás y Buí. Se creía que el Lugh junto con sus cuatro esposas bendecían las cosechas. Su influencia fue grande al grado que antiguas ciudades celtas tienen origen en su nombre: Laon o Lyon en Francia (Lugdunumm en latín), Lugo en Galicia/España, Leiten en Holanda y Leignitz/Legnica en Polonia. Se cree que también era el dios de las montañas. La Iglesia Católica al no poder eliminar su festividad la sincretizó con el día de San Lorenzo.

Teutates: dios celta de origen galo que fungía como juez y árbitro, legislador y guardián de las tribus celtas así como defensor de los poblados celtas. Por esta última atribución tenía un carácter guerrero o «dios de la guerra celta» que defendía pueblos y fortalezas. Los romanos lo asociaron con el dios Marte. Los druidas le ofrecían sacrificios humanos que consistían en prisioneros de guerra para “apaciguar” su ira; también se le ofrecían sacrificios de carneros y cabras. Su nombre proviene de las palabras: Teut «pueblo/tribu» y Tat «padre», lo que significaría: “padre de la tribu” o «dios protector de la Tribu». También era el dios protector del comercio y la elocuencia y la unidad tribal. Sus centros ceremoniales eran bosques de roble; ya que este árbol lo identificaba, así como montículos de piedra en los bosques de Galia y Britania. En Hispania estos montículos de piedra como sus centros de culto estuvieron en las colinas y montañas las cuáles eran consideradas sagradas.

Belisma: diosa celta esposa del dios Belenos. También llamada Belisama. Entre los romanos fue asimilada como Minerva. Era una diosa cuyos atributos estuvieron relacionados con el hogar y el ambiente doméstico. Estuvo relacionada también con los lagos y los ríos.

Éire: diosa protectora de la la “Isla Esmeralda” o Irlanda. Hija de Dagda y la diosa Delbaeth, era una diosa con una magia muy poderosa. En sus mitos arrojaba a sus enemigos bolas de barro que al caer al suelo se convertían en ejércitos de guerreros celtas. Su nombre significa “Hija del Sol” y se representa como una diosa con un arpa y un trébol.

Belenos: dios de la luz y la fertilidad. Su nombre significaba «El Resplandeciente» o «El Brillante». Deidad antigua y de gran repercusión en todo el mundo celta. Su culto fue ampliamente extendido por todo el mundo celta. Variantes de su nombre eran: Beltane, Beltaine, Bel y Belenus. Entre sus atributos estaban el dios del fuego y dios del sol. Como deidad solar su principal función era la renovación a través de las energías creadoras y purificadoras prodigadas por la luz y el calor del sol; por lo que fue asociado con la renovación de la naturaleza. Su popularidad fue tan grande que fue aceptado por los romanos quienes lo asimilaron con el dios Apolo. Debido a esta popularidad se dedicó a este dios la celebración de uno de los cuatro mayores festivales del año celta según los ciclos lunares hacia mediados de mayo o “festividad de Beltaine” en su honor.

Esta celebración al dios se entendía como el tiempo propicio para la llegada del verano y su luz renovadora del sol. Los celtas salían del tiempo invernal de sus hogares dedicando festivales con grandes reuniones y ferias por el clima propicio del verano dado por Belenos. En honor al festival de Belenos se purificaba el ganado después de su larga reclusión invernal haciéndolo pasar de forma ritual entre hogueras; ya que los celtas creían que de esta forma Belenos, por medio de la luz y el calor del fuego, bendecía al ganado. Luego el ganado era llevado a pastorear porque ya no había heladas que le afectaran. También era el tiempo propicio para la siembra de los campos que germinarían gracias a la luz del sol del dios Belenos.

Taranis: dios celta cuyo nombre significa «El Atronador». Su culto estaba extendido por toda la Galia, entre los británicos y los Astures de Hispania. Era el dios del trueno, el rayo, las tormentas, el cielo y la luz. Su nombre proviene de la palabra celta: Taran que significa “trueno”. Entre otros atributos era un dios destructor y de la fuerza sobrenatural de las tormentas y grandes tempestades. Para los druidas había creado el muérdago con uno de sus rayos. Los druidas le ofrecían sacrificios para calmar su “ira” quemando a sus víctimas en una pira. Fue equiparado con el dios nórdico Thor y como Júpiter entre los romanos, por lo que fue representado en la época romano-celta como un dios con un rayo o una rueda. Muchos guerreros celtas le veneraban como dios protector en las batallas.

Esus: dios celta de los bosques y la vegetación. Era una divinidad exclusiva de la naturaleza. Su nombre proviene del vocablo celta: Herus que significa: «Señor». Para los romanos fue un dios sanguinario ya que los druidas sacrificaban prisioneros de guerra en su honor colgándolos en los árboles en parajes del bosque.

Danu: Diosa madre primigenia entre los celtas y progenitora de todos los dioses celtas. Era considerada la madre divina de todos los clanes. Entre sus principales atributos estaba el hacer florecer los campos y la tierra, trayendo paz y prosperidad. Balor: dios cíclope. Fue un dirigente de los fomorianos.

Cellos o Sucellos: deidad del panteón celta de la agricultura, la prosperidad y la protección. Era también considerado un dios de los bosques. Su nombre proviene de la palabra celta: Cellos, Kellos ó Kel-dos, la cuál significa «El golpeador», junto al prefijo: Su, traducido como «bueno», siendo el dios “Buen golpeador”. Tuvo amplio seguimiento entre los galos de Francia (especialmente entre los arvernos y los boyos) y los lusitanos en la península ibérica. Es posible que hay sido un dios de Britania, pues se han encontrado varias inscripciones arqueológica con su nombre en la isla Británica. Era representado como un guerrero barbado con un martillo de larga empuñadura. Al perecer con su martillo podía controlar el clima pues podía controlar vientos helados para dañar los sembradíos; pero por lo común se le rendía tributo para obtener buenas cosechas. También fue el dios de la medicina celta. Sin embargo era más conocido principalmente por su mayor atributo como: el dios de la bebida alcohólica o cerveza; ya que también era representado en la época romano-celta no solo con su gran martillo sino con un barril de cerveza. Entre otros atributos tuvo la de ser un dios de la fertilidad y la abundancia.

Angus MacOgg: dios celta del arpa de los Tuatha Dé Danann. Es hijo del dios Dagda. Es el dios representativo del amor, la belleza y la juventud.

Balor: también conocido como Balar, era un dios celta cíclope y dirigente de los Fomoré quien siempre mantenía cerrado su único ojo debido a que al abrirlo su mirada despedía un rayo que lo destruía todo. Perdió la vida al luchar contra Lugh, quien era su nieto. Lugh con su honda le lanzó una piedra perforando su único ojo y atravesándole el cráneo matandolo en el acto. En otras versiones Balor es un dios que tiene tres ojos, el tercero, sobre su frente, el cuál es el único que mantiene cerrado por su poder destructor.

Brigantia: antigua diosa celta relacionada con la naturaleza. Su nombre significa en idioma celta: «la elevada». Era a su vez una diosa asociada a la guerra y la soberanía. Su culto tuvo influencia en Gran Bretaña e Irlanda de donde se extendió a través de la región durante la época celta a la Galia y otras regiones. Brigantia también fue una diosa asociada a la curación con atributos protectores y curativos. Parte de su culto se relacionó con el agua, los ríos, las fuentes de agua y los manantiales donde los celtas ejercían sus ritos y colocaban ofrendas rituales. Muchas fuentes y manantiales estuvieron consagrados a esta diosa. Los romanos la asociaron con Minerva y la diosa Victoria.

Lear o Manannán mac Lir: dios celta del mar de origen irlandés. Era hijo del dios Lir, quien también se asoció como dios del mar. Lear era un dios miembro de los Tuatha Dé Danann. Como dios del oceáno tenía un barco que navega sin la ayuda de remos ni velas. Era considerado un poderoso hechicero y como tal, según sus mitos, contaba con una capa mágica que al colocársela sobre su cuerpo podía mimetizarlo según el paisaje donde se encontrara. Era dueño de una coraza mágica que no podía ser perforada y la espada Fragarach cuyo filo podía traspasar cualquier armadura o material.

Epona: diosa celta de la fertilidad y los caballos. Fue venerada por los galos y en España. En Irlanda era conocida como: Edain. Su nombre proviene de la palabra céltica Epos que significa: “caballo”. Generalmente era representada como una diosa montada en un caballo. Según sus atributos podía tomar la forma de una yegua. Entre sus símbolos estaban una cornucopia y un cuenco para libaciones rituales. Debido a que en la mitología celta los caballos eran guías del alma en el otro mundo se consideró a esta diosa por su protección a los caballos como diosa de la muerte.

Su culto influenció a los romanos quienes mantenían su efigie en la Caballería Romana y fue la única deidad gala que entró en el panteón romano. En algunas efigies romanas era representada como una mujer sentada con dos caballos a cada lado. Era considerada también como una diosa celta del agua similar a una ondina o ninfa con representaciones desnuda. Estuvo además asociada al don de la curación.

Nodens: dios celta relacionado con la curación, el mar, la caza y los perros. Era adorado en Bretaña y posiblemente también en la Galia.

Nantosuelta: era una diosa celta asociada con la fertilidad, el hogar y la naturaleza venerada principalmente en la Galia. Su nombre se traduce como: «río tortuoso» o «el río serpentino», por lo que fue una diosa realcionada con el agua. Fue representada en la época romano-celta como una diosa sosteniendo una jarra con agua. También tuvo como atributos ser una diosa de la abundancia. Fue asociada como esposa del dios celta Cellos.

Cúchulainn: héroe legendario de la mitología celta de Irlanda cuyas historias en la mitología celta irlandesa tratan sobre hazañas sobrehumanas y batallas épicas. Era hijo del dios Lugh, quien le había otorgado habilidades extraordinarias de fuerza y combate, además de experimentar una furia incontrolable llamada: ríastrad, consistente en un estado de fuerza descomunal y aura aterradora que lo convertía en un guerrero imparable. Aprendió el arte de la guerra con la guerrera Scáthach, quien era una especie de hechicera y a la vez maestra de artes bélicas que vivía en la Isla Skye de Escocia, y quien además le enseñó a Cúchulainn a usar la lanza mágica Gáe Bolg, qie significa: «lanza de muerte», y que tenía el poder de impactar a sus enemigos causando heridas imposibles de sanar. También luchó contra a reina Medb de Connacht, reina legendaria de la mitología celta irlandesa conocida por su astucia, ambición y poder como reina gobernante. Las hazañas de Cúchulainn están presentes en el «Ciclo del Úlster», una serie de relatos mitológicos ambientados en el siglo I a.C., cuyo eje central es el conflicto entre el reino de Úlster y el de Connacht, narrando las hazañas de una serie de guerreros de la provincia de Úlster de Irlanda, siendo Cúchulainn, el héroe principal como un guerrero con habilidades sobrehumanas.

El «Ciclo del Úlster» fue transmitido por la tradición oral en Irlanda y transcrito en la Edad Media hacia el siglo VIII y IX d.C., siendo parte de uno de los cuatro grandes ciclos de la mitología celta irlandesa junto con: el «Ciclo Mitológico», el «Ciclo Feniano» y el «Ciclo Histórico» que agrupan relatos míticos sobre dioses, reyes, bandas de guerreros, héroes celtas y una serie de eventos históricos mezclados con leyendas.

Fairy: El término Fairy, Fay o Fey, Faeries en plural, es el de un ser mítico o una criatura legendaria de carácter antropomórfo proveniente del folclore y la cultura europea, específicamente dentro de la cultura celta (y también germánica y escandinava) haciendo referencia a toda una serie de criaturas sobrenaturales del antiguo mundo mitológico celta como: duendes, gnomos y hadas; incluyendo otros seres míticos folclóricos como los elfos, sílfides, ninfas, ondinas, etc. El más característico o representativo ser mitológico de los faeries es un hada junto a los duendes o Leprechaun del folclore irlandés. No obstante, el término Fairy o Fay, es utilizado como sinónimo de un: Hada; comúnmente representada como una criatura de forma femenina, de piel muy blanca, desnuda, de gran belleza, protectoras de la naturaleza, invisibles al ojo humano, aunque con la capacidad de poder materializarse, y que tienen poderes sobrenaturales. En época contemporánea se las ha adjudicado alas brillantes en la espalda.

En su mitología se asocia su hábitat a los ríos, manantiales, círculos de hongos, bosques y montañas. Aunque representadas como seres diminutos, las hadas por lo común tienen la estatura promedio de una mujer real. Su popularidad trascendió conservándose entre mitos y leyendas del folclore europeo, formando parte de cuentos e historias de Europa provenientes del mundo celta.

Se decía que las hadas descendían de los Tuatha Dé Danann, la raza de dioses y seres mágicos que fueron derrotados por lo posteriores pobladores celtas y que fueron obligados a vivir exiliados en el Sídhe (reinos subterráneos) o en los bosques. Otras hipótesis más señalan entre los orígenes de los Fairies a los antiguos dioses secundarios celtas protectores del entorno natural, de los cuáles muy poco o nada se sabe. Los celtas creían que desde entonces las hadas tenían relación con la naturaleza pues quedaron habitando lugares sagrados como colinas, manantiales y árboles antiguos, y que podían bendecir o castigar a quienes los visitaban. Los celtas creían que el mundo de los bosques estaba lleno de espíritus y entidades mágicas que influían en la vida cotidiana siendo las más comunes las hadas, que eran vistas como guardianas de los bosques, ríos y montañas, y que podían ser tanto benevolentes como traviesas.

El Leprechaun: El Leprechaun es una figura parte del folclore irlandés con orígenes en la mitología celta. Según el mito es un duende astuto, travieso y solitario, conocido por custodiar un tesoro oculto, por lo común en una marmita que esconden al final de un arcoiris, poseen una moneda mágica que siempre retorna a su bolsillo y visten de verde con una chistera, zapatos con hebillas doradas y siempre usan una pipa. Por lo general miden entre 30 y 50 cms. Son conocidos en los relatos por ser muy astutos y difíciles de atrapar, pueden revelar el escondite de su oro si no se les pierde de vista al capturarlos y fabrican los zapatos de las hadas.

El origen del mito del Leprechaun tendría relación con la conexión del dios celta Lugh, quien era un dios solar, guerrero y maestro de todas las artes, respetado por los Tuatha Dé Danann. Con la llegada del cristianismo a Gran Bretaña e Irlanda, su imagen disminuyó en el folclore irlandés, por lo que los Leprechauns serían una versión desplazada y modificada de Lugh, relacionada a la habilidad artesanal y la astucia. Otras teorías señalan que el nombre «Leprechaun» podría derivar de Lugh-chromain, que significa: «Lugh encorvado», como transformación de Lugh en una figura más pequeña, relegado por el auge del cristianismo al mundo subterráneo del reino de los seres mágicos celtas o Sídhe.

El Leprechaun está profundamente ligado a la cultura irlandesa porque forma parte del folclore celta, evolucionado hasta convertirse en un símbolo nacional irlandés, debido a que Irlanda fue uno de los últimos bastiones celtas no conquistados por los romanos donde la cultura celta perduró hasta la llegada del cristianismo con la figura de San Patricio. Aunque el Leprechaun ha evolucionado como un símbolo del folclore irlandés, su posible origen en Lugh muestra cómo las antiguas deidades celtas fueron reinterpretadas con el paso del tiempo. En la cultura irlandesa, el Leprechaun representa la suerte, la astucia, la fortuna y la prosperidad, lo que ha llevado a su asociación con el Día de San Patricio, más de forma simbólica que histórica, apareciendo en decoraciones, disfraces y publicidad.

El Leprechaun como duende y herencia de los mitos celtas también está presente en otras figuras similares en Europa de raíces celtas como: los Brownies de Escocia, que son pequeños duendes domésticos; los duendes mineros Coblynau de Gales; los duendes Korrigans de Francia (Bretaña); los duendes Mooinjer Veggey de la Isla de Man y los Trasgos de las regiones de Asturias y Galicia de España, similares a los Leprechaun.

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